México, D.F. / Mayo 4.-
Inconforme porque fue confinada a un área de máxima seguridad tras una riña en la que salió con algunos surcos provocados por unas tijeras en su espalda, Diana Patricia Guzmán, alias “La Chiquita”, decidió coserse los labios desde el sábado pasado como un subrayado de que está en huelga de hambre junto con su compañera de celda Valeria Martínez.
El jueves pasado, a las 19:00 horas, una hora antes del toque de queda interno, Nayeli San Román acompañada por Patricia González y Adriana Vázquez fueron a buscar a La Chiquita al dormitorio E para reeditar un pleito añejo, en el que la Comisión de Derechos Humanos del DF ha recabado testimonios de internas que afirman, está en disputa el control en la venta de drogas del penal de Santa Martha Acatitla.
San Román y sus acompañantes subieron los escalones de tres niveles, donde sacaron de entre sus ropas, navajas, puntas y otros objetos punzocortantes. A la par, Diana organizaba a gritos la defensa de lo que llama, “su territorio”.
Una letanía de insultos fue el escenario previo para comenzar el intercambio de golpes, donde primero quedaron manojos de cabellos en las manos de La Chiquita, un par de tubazos dieron en el rostro de San Román, quien antes de caer al piso y rehacerse, reventó el ojo de su adversaria. Las puntas encontraron la carne y la sangre salpica a una y otra; patadas y golpes a puño cerrado componen una sinfonía que pone en alerta a las autoridades del penal.
Otra interna, María Elena Pérez Ramírez, de 25 años de edad, con una fuerza tal que es capaz de derribar a un hombre de un golpe, quedó con la mano izquierda casi abierta en canal por el filo de una navaja. Así estaban cuando sonó la alarma y en unos minutos, el dormitorio E fue aislado por 50, 60 ó más policías del grupo Táctico Tiburón y custodios, quienes primero decomisaron varias “piedras”, (cocaína) para arremeter contra cualquier mujer que tuviera uniforme azul o beige.
“¡Vamos a ver si son tan vergueras!”, gritó Ana Cecilia Díaz Campos, jefa de custodios del penal, frase que se convirtió en orden para sacar los toletes y emprenderla a golpes contra las rijosas.
En su operativo, los uniformados utilizaron gas lacrimógeno y perros entrenados contra las reas, a quienes sometieron luego de varios minutos, “hasta que no se movía nadie”, recordó Diana, ya que todas fueron acostadas boca abajo para ser esposadas mientras recibían puntapiés.
Diana La Chiquita, Valeria Martínez y María Elena Pérez y otras cuatro, fueron llevadas a rastras a un área de máxima seguridad en un tercer piso, mientras que Nayeli y sus compañeras, son forzadas a regresar al dormitorio A.
Cuando Rosenda Araceli Rendón, tía de María Elena acudió a visitarla el sábado pasado, le quitaron las esposas unos minutos antes, por lo que aún presentaba escoriaciones en ambas muñecas.
El mismo sábado, Rendón solicitó una entrevista con la directora del penal y la jefa de custodios, quienes luego de escucharla, guardaron silencio unos segundos, como dar preámbulo a la voz de la uniformada, que en tono burlón y retador respondió: “si les pegaron es porque ellas se lo buscaron”.
Por ello, Rendón presentó una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos del DF vía correo electrónico, sin saber que horas después durante la madrugada del domingo, su sobrina fue trasladada al penal de Tepepan donde se le advirtió que en caso de hablar sería golpeada por la “más cabrona” e incluso se le amenazó de muerte, de acuerdo al documento.
Presa desde hace varios años en el penal femenil de Santa Martha Acatitla, La Chiquita se enfrentó a Nayeli a principios de octubre de 2008, hasta sumar una docena de internas que tuvieron que ser reprimidas por los gases y toletes del Grupo Táctico Tiburón.
Luego de esa pelea, ubicada por distintas reas como una disputa por el control de la venta de droga, la Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF) fue notificada por La Chiquita de distintas irregularidades, por lo que el organismo determinó que no tenían plena constancia de sus afirmaciones por agresiones en su contra por parte de la autoridad. En años anteriores ha llevado a cabo otras huelgas de hambre donde también se ha cosido los labios.
El sábado pasado, dos días después del enfrentamiento, La Chiquita comentó a El UNIVERSAL que se iba zurcir los labios porque las autoridades del penal, entre ellas Verónica Romero García, jefa de unidad departamental, permitió el acceso de Nayeli a su dormitorio.
“Aquí tengo la aguja y el hilo…Verónica y la jefa de custodios sabían que era una situación de alto riesgo para todas, pues ya se habían tomado medidas de esto en el penal.
“Además, no me han certificado (revisión médica) y me clavaron unas tijeras en la espalda, sin mencionar que tengo golpes en el rostro y en el cuerpo, lo que muestra que en el penal no hay respeto a las garantías individuales”, comentó Diana.
Valeria Martínez, quien apoyó a La Chiquita durante la gresca, confió a este diario que un par de horas antes del pleito entre reas, se informó a autoridades del penal del riesgo que había por permitir el acceso a Nayeli al dormitorio E, “pero nos ignoraron”.
“Ante esa situación, decidimos llamar a la CDHDF, pero la segunda visitadora Patricia Colchero no llegó hasta acá porque mandó a dos de sus colaboradoras”, comentó Valeria, quien hace unos meses ganaba 110 pesos mensuales por realizar tareas de limpieza, pero desde febrero se le dijo que por la crisis, ya solamente serían 70 pesos, los cuales desde ese mes no ha recibido.
En entrevista telefónica con EL UNIVERSAL, Colchero aclaró que el sábado estuvo en Santa Martha y que no detectó huellas de golpes en La Chiquita, sin embargo, la rea envió fotos vía celular donde además de haberse cosido los labios, muestra varios hematomas en rostro y cuerpo. Antes de colgar la bocina comentó: “esta vez… tengo miedo”.
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