Aunque nadie en su sano juicio se atrevería a proponer en este momento una respuesta armada a los problemas sociales de México. Nuestra revolución sigue teniendo innumerables puntos de interés y aunque algunos de ellos tienen su enseñanza en la violencia que la caracterizó, hay otros que siguen despertando polémica ya por lo incumplido de sus ideales, ya porque si la vemos con detenimiento, era lógico que esos ideales no se cumplieran en razón de lo que sucedió. Por sus obras los conoceréis dice el mandato de la sabiduría porque de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Desde un punto de vista personal no creo que la violencia resuelva nunca nada, sin embargo, como en las otras situaciones límite, pone a los hombres en circunstancias de mostrar lo mejor y lo peor de su naturaleza. Así ocurre en la desesperación, el terror, la enfermedad o los desastres naturales.
En la violencia política sucede lo mismo, por eso la revolución nos mostró en muchos sentidos cómo somos los mexicanos. Ni mejores ni peores que otros pueblos, aunque proclives a actuar más con la emoción que con la inteligencia. Son, en muchos casos, los imperativos de esa emoción y la reticencia a expresarnos inteligentemente, lo que permite conocernos a través de estos libros. Pues en esos se muestra no el número frío: Más de un millón de muertos, sino lo estúpido y gratuito de las mayorías de esas muertes.
Reflexiono sobre esto, porque durante los próximos dos años, 2009 y 2010, me propongo analizar, comentar, dilucidar y de todo ello escribir, lo que el grupo de personas que me acompañe a partir del viernes 29 de agosto, entresaquemos de la lectura de esa gran saga literaria que es la Novela de la Revolución Mexicana, en el taller que en la fecha señalada iniciaremos, en el Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas en Matamoros y al que esperamos asistir un viernes si y otro no, a partir de ese día, con el beneplácito de la Comisión para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución en Tamaulipas, que preside la doctora en Historia, Libertad García de Danwin.
La diferencia fundamental de leer la historia a través de la historiografía y leerla novelada es que el lector participa desde dentro de los hechos que se cuentan y no desde fuera como sucede con la historiografía que documenta, analiza e interpreta, La novela expresa la experiencia a través de quienes experimenta los hechos, qué sienten, piensan y cómo reaccionan, cómo lo sienten y lo piensan, porqué lo sienten y piensan y cómo reaccionan según sus fuerzas internas o recursos espirituales sean o no conmovidas por los hechos.
En el caso de La Novela de la Revolución Mexicana además, se da la circunstancia de que quienes las escriben son protagonistas de los hechos que narran y es, esto es muy importante, una novela que parte de la experiencia directa. No es una novela que surja de la ficción o de la investigación historiográfica, sino que anticipándose a lo que posteriormente hicieron Isaac Babel, Ernest Hemingway, Truman Capote, o Tom Wolf. Es este destacadísimo grupo de escritores mexicanos quienes crean el género de la novela de no ficción y con ello renuevan toda la narrativa de habla hispana.
Así como la guerra civil estaba trasformando no solamente algunas estructuras políticas, económicas y sociales del país y gran parte de nuestro psiquismo, al obligarnos a mirar hacia el interior para reformular nuestro pasado indígena. Así los escritores (tres de ellos del Ateneo de la Juventud, la elite cultural del porfiriato), al adoptar el tema, se ven obligados a transformar la literatura para poder narrarlo y lo hacen a través de escenas similares a las fotos fijas o a las secuencias cinematográficas de formato lineal. Renovando lo que un siglo antes había fundado José Joaquín Fernández de Lizardi después de Guerra de Independencia de 1810 con El Periquillo Sarniento, que da origen a la novela de costumbres y de reflexión sobre nuestros problemas.
En esta aseveración coinciden los dos pilares en los que se basa el taller que propongo: Antonio Castro Leal, compilador y comentarista de los cuatro tomos que integran la colección que Aguilar dedicó a la saga y Emmanuel Carballo, mi queridísimo maestro y autor de Protagonistas de la Literatura Mexicana, un libro fundamental para entender la literatura mexicana de los primeros cincuenta años del siglo XX.
Para concluir esta breve introducción recorreré sumariamente el contenido de los cuatro tomos que integran la selección de Castro Leal: Tomo I, Mariano Azuela: Los de Abajo (El Paso, Texas, 1916). Los Caciques (México, 1918). Las Moscas (México, 1918). Martín Luis Guzmán: El Águila y la Serpiente (Madrid, 1928). La Sombra del Caudillo (Madrid, 1929).
Tomo II. José Vasconcelos: Ulises Criollo (México, 1953). Agustín Vera: La Revancha (San Luis Potosí, 1930):. Nellie Campobello: Cartucho (México, 1931). Las Manos de Mamá (México, 1937).
Tomo III. José Rubén Romero: Apuntes de un lugareño (Barcelona, 1932). Desbandada (México, 1934). Gregorio López y Fuentes: Campamento (Madrid, 1931). Tierra (México, 1932). ¡Mi General! (México, 1934). Francisco L. Urquizo: Tropa Vieja (México, 1931). José Mancisidor: Frontera junto al Mar ( México, 1953). En la Rosa de los Vientos (México, 1941).
Tomo IV. Rafael F. Muñoz: ¡Vámonos con Pancho Villa! (Madrid, 1931). Se llevaron el Cañón para Bachimba (México, 1931). Mauricio Magdaleno: El Resplandor (México, 1937). Miguel N. Lira: La Escondida (México, 1947).
Veintiún Libros de doce autores que recogen para la literatura, una visión muchas veces desencantada y pesimista de la lucha revolucionaria, que quizá explique mejor el México actual, que la “historia de bronce” que se propuso edificar durante más de setenta años el Estado mexicano. Revisionismo literario e histórico indispensable para comprender el pasado; entender el presente y quizá, imaginar un mejor futuro.
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