México, D.F. / Mayo 11.-
Alfonso Alonso Reyes, culiacanense de 34 años, moreno claro, bajo, huesudo y vivaz, camina por los pasillos del penal Duport Ostión de Coatzacoalcos con la suficiencia de quien dispone de los contactos, la protección y el dinero que le permiten librarse de horarios, trabajos y estrecheces penitenciarios; recibir las visitas que desee; acceder a teléfonos móviles de custodios; traspasar zonas restringidas; recibir periódicos y disponer de una computadora personal.
Se asume discípulo de Fernando Gutiérrez Barios y Miguel Ángel Yunes Linares, y dice que, contratado por Carlos Ahumada Kurtz, grabó los videos que produjeron los videoescándalos (marzo 2004). También, que posee 38 más, estelarizados por conspicuos panistas, priístas y perredistas. Con este anzuelo, desde que cayó preso por peculado, hace cinco años, parece que va por la vida pescando… periodistas.
En diciembre pasado contactó telefónicamente a un directivo editorial de EL UNIVERSAL para ofrecerle, “desinteresadamente” y confiando en “su prestigio y credibilidad como periodista”, aquellos documentos inéditos, enviando a su teléfono móvil una probada de la apetitosa carnada: supuestos fragmentos de los videos.
Fue encomendado a la Unidad de Investigación de este diario seguir el asunto con presteza. Alonso Reyes estableció como condición que el enlace fuera su hermano (real o ficticio) Héctor, quien por mensajes de teléfono iría dando instrucciones al reportero asignado, incluida la de entregarle 2 mil 600 pesos, no como retribución por los DVD respectivos, sino para la compra de un escáner “especial para desencriptarlos”.
Así el ciudadano conocería o sabría más y con certeza, dijo, de los negocios subrepticios de Santiago Creel, Manuel Espino, los hijos de Marta Sahagún y Vicente Fox Quesada, Federico Döring, Diego Fernández de Cevallos, Beatriz Paredes, Marcelo Ebrard, Alejandro Encinas, Jesús y Antonio Ortega Martínez, Angélica de la Peña, Carlos Navarrete, Ruth Zavaleta, René Arce Islas y Lázaro Cárdenas Batel.
-Encuentros en prisión
Después del intercambio de cuando menos 200 mensajes telefónicos lo mismo con el supuesto Héctor y con Yesenia y Carlos Gómez Lara (real o ficticios) esposa y cuñado de Alfonso Alonso Reyes, el enviado de EL UNIVERSAL (quien ahora escribe) sostuvo con éste dos prolongados e interesantes encuentros, en una fonda de aquel penal porteño, a la vera de una mesa pringosa, en medio del tráfago carcelario, los televisores encendidos a todo volumen, gritos infantiles, moscas y un calor invasivo.
De ambos encuentros puede reconstruirse la versión (entre verdadera y fabulada) de este personaje tropical, quien al contarla entrevera sin pestañear verdades y falsedades, salpimentándola con información de dominio público impecablemente ensamblada. Aquí va, aunque se ignora cuánto de ella es cierto.
-El espía
Alfonso Alonso Reyes es ingeniero en “sistemas en informática” egresado de la Universidad Cristóbal Colón (del puerto de Veracruz). Conoció en 1992 al entonces secretario de Gobernación del salinismo, Fernando Gutiérrez Barrios, cuando éste visitó el Palacio Municipal de Culiacán, “donde me desempeñaba como asistente del secretario del Ayuntamiento”. Gutiérrez Barrios “me tuvo confianza” y “me invitó a trabajar a Gobernación. Fui al DF y estuve dos meses como asistente de él, llenando documentos”.
Puesto que “no me hallé en el DF”, el político priísta “me mandó a estudiar a Veracruz”, donde fue también asistente de políticos locales. Hasta que en el antiguo café La Parroquia “conocí a la clase política”. En particular a Miguel Ángel Yunes Linares, “él me lleva primero al PRI local durante la campaña de Patricio Chirinos” y, cuando éste gana la gubernatura, “a la Secretaría General de Gobierno del estado, en Xalapa”.
Capitalizando su profesión y tales padrinazgos, durante los próximos 12 años fue forjándose como el espía en jefe de los servicios de espionaje e inteligencia del gobierno del estado y, eventualmente, del PRI. “En 1998, al llegar al gobierno del estado, el licenciado Miguel Alemán me nombra jefe de Inteligencia, dentro de la Secretaría de Seguridad Pública”, con la “tarea de operar la información en cuestión política”, en contacto con “los informantes del CISEN, la Sección de Inteligencia del Ejército y la Marina, y varios políticos a nivel nacional”.
Mimetizado con la elite política veracruzana que presenciaba desde las gradas del estadio del puerto un partido de futbol entre los Tiburones Rojos y el León, “conocí a Carlos Ahumada Kurtz, y el 18 o 19 de enero (2000) me invita al DF, a una fiesta de cumpleaños de Rosario Robles, que todavía era jefa de Gobierno, en un departamento de Tlalpan”.
Puesto que el empresario se habría quedado de que estaba siendo extorsionado por perredistas, “le comenté la posibilidad de agarrar a alguien in fraganti” y que “podíamos comprar el equipo en Tepito, aunque corriente”.
-“Pajarear” para Ahumada
Carlos Ahumada Kurtz, finalmente, envió a Alfonso Alonso Reyes —siempre según la versión de éste, que seguía siendo el jefe de los servicios veracruzanos de inteligencia— a San Diego el 22 de febrero de 2000, “en su Start Jet”. Estuvo tres días negociando “con un representante de Dell que me dio un catálogo con todo para audio y video, a base de fibra óptica y largo alcance. Todavía tengo las facturas, gasté 300 mil dólares”. Luego volvió “por otros aparatos delicados, que metí al país de forma clandestina”.
Equipado, “instalé lo necesario en las casas, oficinas, el jet y los autos” de Ahumada Kurtz; en la casa de Rosario Robles, “con su consentimiento”, y en las suites de los hoteles María Isabel Sheraton y Presidente Chapultepec donde el empresario solía reunirse con políticos. Ahí “llegaba dos días antes, sabiendo ya cuál suite le asignarían, sobornaba a todos los del hotel e instalaba el equipo para grabar la reunión. Luego retiraba el equipo y resanaba y pintaba los orificios que habían quedado”.
Tanto los videos hechos públicos en marzo de 2004 como los 38 que Alonso Reyes dice tener “en la caja de seguridad de un banco” habrían sido tomados de esa forma, editados muchos de ellos en las instalaciones y con el equipo del sistema estatal de televisión de Veracruz. “Los funcionarios Miguel Ángel Sánchez de Armas y Sabás Huesca sabían que yo editaba ahí videos y audios de espionaje para el gobernador Miguel Alemán”.
En las postrimerías del régimen estatal alemanista, cinco días antes de cumplir 29 años y menos de dos semanas antes de que se hicieran públicos los videos donde políticos perredistas reciben fajos de billetes de manos de Ahumada Kurtz, el 23 de febrero de 2004, siendo jefe de Inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno de Veracruz, Alonso Reyes fue detenido, golpeado, incomunicado y luego procesado por peculado. Está convencido de que “fue en represalia porque el gobernador Alemán Velasco, o sus colaboradores, creían que yo había grabado videos comprometedores para él, por cuenta de Ahumada, y sabían que pronto se harían públicos unos videos (los de los videoescándalos)”.
-Nada más fácil
A Joseph Smith, el iluminado fundador de los Mormones, se atribuye esta frase terrible y contundente: “No hay nada más fácil que hacer creer a un periodista lo que quiere creer”.
Alfonso Alonso Reyes no recuerda haberla escuchado, pero no hay duda de que su intuición le hizo actuar en concordancia.
Varios periodistas —puede constatarse cuando menos en parte con una simple gugoleada— fueron atrapados por Alonso Reyes a lo largo de su estancia en los penales donde ha estado desde 2004: Xalapa, Acayuca, Villa Aldama y Coatzacoalcos, y quisieron creer total o parcialmente su historia, publicándola y dándola por buena.
Esto obedece también a la astucia y sangre fría del personaje. La noche del primero de los dos días que duró la primera estancia del reportero de la Unidad de Investigación de EL UNIVERSAL en Coatzacoalcos para recoger los videos (reales o inexistentes), en diciembre pasado, alrededor de las 8:00 horas, Héctor (supuesto hermano y contacto) llamó atropelladamente para avisar que no llegaría “con los videos y el escáner” porque acababan de aprehenderlo policías federales. En el instante en el que se interrumpió de forma abrupta la comunicación, irrumpió en el Hotel One de Coatzacoalcos (donde aguardaba el reportero la llegada de Héctor con los DVD) un pelotón de policías federales a bordo de dos vehículos, “buscando a alguien”, sin precisar más y retirándose unos 15 minutos después, para permanecer frente al edificio alrededor de una hora.
De acuerdo con otros periodistas que siguieron la misma hebra, éste es un modus operandi. Es posible que Alonso Reyes o alguno de los miembros de su familia o elenco que lo secundan (hermano, esposa o cuñado reales o supuestos) llamen a la policía para denunciar algo que supuestamente ocurre en el hotel donde se hospeda el periodista atraído. O también que él tenga los contactos como para movilizar a la policía federal en escenificaciones que den verosimilitud a su puesta en escena?
-¿Será “el colaborador”?
En ambas conversaciones de prisión, Alfonso Alonso dijo que estaba a punto de cumplir su condena y quería entregar los videos antes de quedar libre para evitar represalias y rearmar su vida, dejando claro con ello que no conservaría nada para usarlo eventualmente contra alguno de los políticos supuestamente grabados. Nunca expresó de forma velada o franca querer dinero a cambio de entregarlos, salvo cantidades modestas que le permitieran a su supuesto hermano Héctor comprar el escáner o a su supuesta esposa viajar de Monterrey al DF para entregarlos personalmente.
Durante la segunda visita del reportero a Coatzacoalcos, en enero pasado, Alonso Reyes le entregó dos hojas del PRD local membretadas, con fecha “Diciembre, 25, 2008” y donde Anselmo Secundino Diego, el presidente local de dicho partido, firma haber recibido “de conformidad” 23 minideved’s que contienen imágenes y sonidos en distintas fechas de las siguientes personas”, enlistando a la decena de perredistas que aparece mencionada al principio de esta historia. Alonso Reyes sostiene que el líder perredista local los recibió en representación y merced a un acuerdo previo con Andrés Manuel López Obrador, a través de Octavio Romero Oropeza.
Telefónicamente, al solicitarle el reportero las grabaciones por petición de Alonso Reyes, Secundino Diego confirmó que las había recibido y firmado por ello, pero que era imposible verlas. También dijo estar “cansado” de que Alonso Reyes “me saque dinero varias veces” después de haberle entregado las supuestas grabaciones.
En virtud de que los videos no aparecen, es evidente que Alfonso Alonso Reyes consideró que podría medrar con esta compleja historia, aunque lo hizo con sumas tan insignificantes —por caso, no hay proporción entre los 35 millones de pesos que dice Ahumada Kurtz haber recibido de Carlos Salinas de Gortari a cambio de unos cuantos videos, y los 2 mil 500 pesos solicitados para la compra de un escáner a cambio de 38 grabaciones— y corriendo enorme peligro.
Y no obstante, ¿Alonso Reyes será aquel “colaborador mío” que según Ahumada Kuntz en Derecho de Réplica (Debate 2009), grabó “con una cámara de video común y corriente” a Gustavo Ponce, secretario de Finanzas de Andrés Manuel López Obrador en el Gobierno del DF, apostando en un casino de Las Vegas, en lo que se convertiría en el primer episodio de los videoescándalos?
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