Mayo 17.-
Al cumplir 80 años, Mario Benedetti aseguró que escribía de la muerte para que no lo sorprendiera, y que asumía la vida como si fuera inmortal.
“La muerte es una presencia y la barajo en conexión a lo que es la muerte para otros, no sólo para mí. Pienso que una de las formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar con ella”, declaraba.
Por eso hablaba de la muerte en sus poemas y en su narrativa, igual que abordaba el amor y retrataba el Montevideo de su adolescencia y del que tuvo que exiliarse con la dictadura. Su mención de la muerte era para poder soportar ese fin obligado. “Admitir la muerte es un modo de restarle importancia”.
Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó, República Oriental de Uruguay. Amigo de muchos y admirado por miles de lectores a lo largo de todo el mundo, especialmente en América Latina, encontraron en sus poemas las palabras para demostrar su amor, y en sus novelas, las historias y los personajes entrañables.
Autor de más de 80 libros, entre poesía, novela, cuento, ensayo y teatro, Benedetti fue un prolífero intelectual y es considerado el verdadero cronista de Montevideo y de su tiempo. José Emilio Pacheco en el prólogo de sus Cuentos completos dijo que el autor de Montevideanos y Gracias por el fuego, no sólo es un escritor “sino una vasta y compleja literatura con su pluralidad de géneros y su unidad secreta”.
Dijo que el acierto de Benedetti fue partir de sus prójimos para ahondar en el enigma de las relaciones humanas; en escribir sobre la materia incesante de la vida encarnada en historias cotidianas de personas concretas “gracias a una maestría que renuncia a todo exhibicionismo y una actitud crítica que jamás se niega a la compasión”.
Benedetti formó parte de la llamada “Generación del 45” o “Generación crítica”, integrada además por Carlos Martínez Moreno, Angel Rama, José Pedro Díaz, Armonía Somers, Mario Arregui, Idea Cilariño, Sarandy Cabrera, Ida Vitale, Carlos Maggi y Emir Rodriguez Monegal.
Pero antes de ser escritor, Benedetti fue vendedor, taquígrafo, contable, funcionario público y periodista; transitó entre la critica literaria, el ensayo, la poesía, la novela, el cuento y el teatro.
Su estancia en Buenos Aires, entre 1938 y 1941, fue determinante; su trabajo como taquígrafo de una editorial, le dio pauta a su carrera literaria que decidió cuando leía en la Plaza San Martín, ahí mismo empezó a escribir su primer libro de poemas “La víspera indeleble”, que publicó en 1945 y nunca reeditó. Ese mismo año se integró al equipo de redacción del semanario Marcha, junto al periodista Carlos Quijano.
Al año siguiente se casó con Luz López Alegre, su amor de toda la vida, para quien escribió Bodas de Perlas, publicado en La casa y el ladrillo. Pero la popularidad que alcanzó en todo el mundo al ser traducida su obra a más de 20 idiomas, lo han convertido en un autor de bests sellers con La tregua e Inventario.
El también autor de Las soledades de Babel, La borra del café y Viento del exilio, siempre pensó que la literatura ciudadana era el medio para comunicarse con sus lectores, tal vez ahí radicó su éxito entre los lectores y en la forma sencilla, directa y coloquial con la que escribió, inspirado en la poesía de Baldomero Fernández Moreno y Antonio Machado.
Dijo en una entrevista a Ezequiel Martínez, en septiembre del 2000: “Pienso que por un lado puede ser porque mis poemas son bastante sencillos, bastante claros, y eso es algo que se convirtió en una obsesión para mí: la sencillez… otra de las razones por las que creo que a la gente le gustan mis poemas es porque he escrito mucho sobre el amor. Pero así y todo, no me explico demasiado el éxito que han tenido”.
Lo cotidiano era fundamental en su literatura, el espacio privilegiado de su obra de ficción fue siempre Montevideo y sus habitantes. Su obra nacía de su propia experiencia, sus personajes eran un retrato de cuando él fue cajero en una casa de repuestos de automóvil, funcionario público, tenedor de libros, taquígrafo en la Facultad de Química; su atmósfera preferida era el mundo gris de las oficinas burocráticas de Montevideo.
A partir de 1969, Benedetti pudo vivir del periodismo y de sus libros, pero no fue un a temporada fácil, en 1967 se exilió de Uruguay durante 12 años y residió en Argentina, Perú, Cuba y Madrid, España, donde todavía residía por largos periodos que alternaba con Montevideo, con el fin sobrellevar el asma que padecía desde hace varios años a la que se sumaron otras enfermedades.
Su imagen quedó en el cine, nadie lo olvida leyendo en alemán su poema Corazón coraza, en una escena de la película El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela. Su inspiración quedó en la música a través de las voces de Joan Manuel Serrat, Nacha Guevara, Daniel Viglieti, Tania Libertad, Los Olimareños, Héctor Numa Moraes y Gianfranco Pagliaro, entre otros.
El hombre que siempre se sintió “absolutamente motevideano”, que leyó a Maupassant, Chejov, Horacio Quiroga, Faulkner, Hemingway, Joyce, Henry James, Proust, Virginia Woolf e Italo Svevo, es considerado por José Emilio Pacheco como uno de los grandes cuentistas de hispanoamérica y del siglo.
“Benedetti es uno de los muy pocos autores leídos en todos los países del idioma (y en innumerables traducciones). Radicalmente uruguaya y montevideana, su obra es vista no sólo como la historia íntima de su patria sino como la gran crónica interior de todo lo que ha pasado en Hispanoamérica durante los cincuenta años que abarca su producción”, dijo en el 2000.
Mario Benedetti, el autor que en 2004 publicó su último libro En defensa propia, fue un en su pensamiento un revolucionario y antiestadounidense. Vivirá eternamente en sus personajes, en Martín Santomé y Laura Avellaneda, en sus montevideanos, en las obras que escribió y los premios y distinciones que obtuvo, como el Internacional Méndez Pelayo en 2005, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999 o la orden Francisco de Miranda en grado de “Generalísimo”, que le otorgó el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en una ceremonia que se celebró en la Universidad de la República, del Uruguay, en diciembre de 2007.
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