Roma, Italia.-
El papa Francisco encabezó este viernes el Víacrucis en el Coliseo romano, en el que resaltó los sufrimientos de los cristianos en el mundo y denunció el “silencio cómplice” ante los asesinatos y decapitaciones de que éstos son víctimas en distintas partes del mundo.
El acto se vio marcado por la masacre de estudiantes cristianos perpetrada por extremistas islámicos en un campus universitario en Kenia, el jueves, y que el Pontífice argentino condenó como “un acto de brutalidad sin sentido, una inmensa y trágica pérdida de vidas”, en un telegrama enviado a los obispos de ese país.
Las persecuciones religiosas actuales fueron el tema que predominó en ambas liturgias del Santo Padre en el día en que los cristianos de todo el mundo recordaron la crucifixión de Jesús. En el Cristo crucificado vemos, dijo, “todavía ahora, a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe, pero muy a menudo ante nuestro silencio cómplice”.
No fue extraño por ello que personas de naciones en conflicto como Irak, Siria, Nigeria, Egipto, China, Tierra Santa, así como religiosas latinoamericanas, se turnaran para cargar la cruz durante las 14 estaciones del Víacrucis, símbolo del doloroso camino de Jesús hacia la crucifixión.
El Papa pidió al Señor “imprimir en nuestros corazones sentimientos de fe, esperanza y caridad”, pero también aquellos que lleven a los seres humanos “a arrepentirnos de nuestros pecados que te crucificaron, a custodiar dentro de nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado, en el cual vemos la brutalidad de nuestros pecados, para que nunca olvidemos el precio que has pagado para liberarnos”.
Francisco también pidió al Señor que la caridad no se “deje engañar por la corrupción y la mundanidad” y que nos haga saber que “Dios no olvida jamás a ninguno de sus hijos, que no se cansa jamás de perdonar”, pero que también debe enseñarnos “a no dejar jamás de pedir perdón y a creer en la misericordia sin límite del Padre”.
Durante este tercer Víacrucis, encabezado por Francisco, llamó particularmente la atención la reflexión realizada en la décima estación sobre los abusos sexuales contra menores. El texto, redactado por Renato Corti, obispo emérito de Novara en Italia, evocó “situaciones terribles” como el tráfico de seres humanos, los niños soldados, el trabajo esclavo, así como “los niños y adolescentes a los que han robado su inocencia, heridos en su intimidad, profanados sin piedad”.
“Tú nos haces pedir humildemente perdón a cuantos sufren estos ultrajes. Ante ti, Señor Jesús, renovamos nuestro propósito de vencer el mal con el bien”, sostuvo.
Por la mañana, en la Basílica de San Pedro, Francisco presidió la celebración de la Pasión de Cristo. Al inicio de este acto religioso el Papa realizó un gesto de humildad y adoración de la Cruz tendiéndose en el piso, en memoria del suplicio de Jesús, que concluyó con su muerte.
En la homilía de la ceremonia el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, evocando lo sucedido en Kenia, se preguntó: “¿Cuántos hombres y mujeres todavía hoy son sometidos a tormentos y torturas?”, para después recordar que no se podía ignorar que entre los perseguidos los cristianos son las víctimas más frecuentes en medio de una inquietante indiferencia.
“Instituciones y personas del mundo occidental corremos el peligro de ser los Pilatos que se lavan las manos”, dijo Cantalamessa criticando abiertamente el silencio del mundo ante las atrocidades que se cometen en diversos países contra tantas personas cuya única culpa es ser creyentes de una religión.
Este sábado por la noche, Francisco celebrará la misa de Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro y mañana dará su bendición bianual “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
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