Fue un instante breve e intenso de catarsis: “amigos, vengo a pedirles un favor personal: Voten por Barack Obama”. La voz de Hillary Clinton se escuchó limpia y un tono de contundencia se percibía en su llamado. Era la primera vez que enviaba un mensaje unificador desde la Convención Demócrata, y para hacerlo eligió a uno de sus públicos más fieles en las primarias: la comunidad latina de los Estados Unidos.
Unos mil miembros del Caucus Hispano ocupaban la mitad de un auditorio gigante. Si Obama ha sido equiparado con una estrella de rock que hace aullar a su público, podría decirse que Hillary Clinton tuvo sus quince minutos de cielo.
¡Hillary-Hillary-Hillary!” Los latinos gritaban como si tuvieran enfrente a Jeniffer López y Marc Anthony. Ella resplandecía sobre el escenario metida en un conjunto color oro y reciprocaba la ovación con besos y sonrisas. Hablaba delante de un grupo de senadores en formación de escolta de escuela primaria: Ken Salazar, un descendiente de mexicanos muy alto y de sombrero tejano, Bob Menéndez, el combativo demócrata de la costa este y Raúl Martínez, un hombre con cuerpo de oso cuya candidatura ha desafiado el reinado de Lincoln Díaz Balart, en Florida.
Las palabras de Hillary Clinton deben haber sido recibidas como un canto de ángeles por los seguidores de Barack Obama que ocupaban la parte posterior del salón, liderados por Cuauhtémoc Figueroa, jefe para el voto latino.
Justo antes del inicio de la convención, las rencillas entre los grupos de Obama y Clinton resurgieron como una vieja herida que se niega a cerrar. Las diferencias se trasladaron al espacio mismo de la convención: el ex presidente William Clinton parecía estar molesto porque fue incluido para pronunciar un discurso sobre seguridad, cuando deseaba hablar de economía y las pifias del gobierno del presidente Bush.
“Una parte de los demócratas reunidos aquí visten la camiseta de Obama y la otra porta la de Hillary Clinton”, hizo notar Howard Wolfson, colaborador de la senadora. “Lo importante es que ahora todos llevemos una sola camiseta, o tal vez ambas”.
La pregunta que se hace mucha gente es si después de la guerra que libraron en las primarias, de todo lo que Hillary y Obama se dijeron y de las puyas que se lanzan sus simpatizantes, varios grupos claves de votantes que la apoyaron, como las mujeres blancas y los trabajadores se unificarán alrededor del senador por Illinois.
La respuesta más inmediata podría encontrarse el miércoles, a la una de la tarde: el momento crucial en el que Clinton se reunirá con los 1900 delegados que la apoyan para pedirles que respalden sin dilaciones a Barack Obama.
“Hillary Clinton es la segunda persona más importante después de Barack Obama en el Partido Demócrata”, se esforzaba en hacer notar el candidato Raúl Martínez. “Ustedes escucharon la tremenda ovación latina que se acaba de llevar. Respeto la decisión de Obama, pero yo hubiera elegido como compañera de fórmula a Hillary Clinton. En este momento su triunfo las elecciones de noviembre estaría sellado”.
Pero el candidato optó por Joseph Biden y los demócratas esperan, casi con desesperación, el momento en el que Hillary Clinton se convierta en la heroína que unifique al partido alrededor de Obama.
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