Como no podía ser de otra forma, la opinión pública ya ni se sobresalta con las noticas de las casas de lujo que habitan los políticos encumbrados. Por lo tanto, la investigación periodística que ha dado cuenta de las mansiones del Secretario de GobernaChong en la zona privilegiada del Distrito Federal, apenas han arrancado una exclamación de la gente pero no su sopresa y menos su indignación.
Como que el pueblo-pueblo justifica los dichos de dos de los viejos políticos del viejo sistema para que los nuevos políticos del nuevo sistema sigan por el mismo camino: “Un político pobre es un pobre político” (Carlos Hank González) y “nadie le trabaja gratis al sistema” (Alfonso Martínez Domínguez), los cuales se empatan con los tradicionales axioma del PRI desde su fundación en 1929 aunque sea con otro nombre: “Es un pecado vivir fuera del presupuesto” y “el que no transa no avanza”.
Como que la gente se ha cansado de que tanta alharaca en torno a las casas de Enrique Peña Nieto y de Luis Videgaray quede en nada, como para abrir ahora los ojos y enojarse porque aparecen más casas del Secretario de GobernaChong. O ya se da por hecho que la colusión entre contratistas y políticos de alto nivel federal deja buenas mansiones en las áreas privilegiadas del país o que al no pasar nada con tanta denuncia, no vale la pena sobresaltarse e irritarse.
Pero también es posible que el personaje involucrado en estas “transacciones” inmobiliarias se puso más “picado” y ha logrado desviar la atención afirmando que no son de su propiedad sino que las renta, aunque las evidencias apuntan a un buen despiste para no ser perseguido por los sabuesos de la prensa.
Pero la esposa del alto funcionario dejó pistas al iniciar el proceso de compra-venta de la mansión que ocupa actualmente, y la señora obtuvo un crédito hipotecario a su nombre para pagarla, según consta en un oficio con folio del Registro Público de la Propiedad, que la revista Proceso dio a conocer oportunamente.
No importa que en GobernaChong insistan en que hay contratos de arrendamiento y que el pobrecito ex gobernador del Estado de Hidalgo no tiene propiedades a su nombre. La opinión Pública no se traga la cápsula de la modestia de quien desea a toda costa portar la banda presidencial en 2018 y sabe que este mayúsculo escándalo le afecta.
Desafortunadamente para él, la opinión pública lo ubica como parte de la casta de políticos cínicos que desde una gubernatura y luego en sucesivos cargos públicos no la brincan sin huarache, y ahora, aunque quiera no puede negar ser amigo de José Antonio Sosa Velasco, el constructor favorecido a manos llenas en el Estado de Hidalgo durante su mandato.
Entre más habla y manda comunicados por escrito más se enreda este personaje de rostro duro y modos toscos. Está como la actual candidata del PRI al gobierno de Sonora que un día declara que la empresa constructora por la que abogó para que consiguiera licitaciones a modo para ganar millones de pesos, no le presta un avión, sino que ella lo renta como parte de su campaña. Sin embargo, al día siguiente que le dicen que no puede rentar una nave con matrícula extranjera, se desdice y no halla salida a tanta verborrea que se vuelve contra sí misma.
¿Qué les cuesta a estos hombres y mujeres que andan haciendo carrera política aceptar sus propiedades y sus errores? ¿Qué se ganan con hacerle a los muy puros y puras sin la mayoría de la gente no se los cree? ¿Por qué engañarse a sí mismos y no dar la cara frente a las denuncias públicas si al fin y al cabo no les va a pasar nada y los va a proteger la impunidad?
Ya sabemos todos que vienen de la misma escuela, y los de otros colores y siglas les han aprendido muy bien la lección de hacer negocios de los cargos públicos en una “transa” de mutua conveniencia. Ya sabemos que traen bien tatuado eso de “un político pobre es un pobre político” y “nadie le trabaja gratis al sistema”, no importa que en cuanto a sus bienes y cuentas bancarias se baje el cero y no contiene.
No obstante en GobernaChong está tratando de dorar la píldora a la opinión pública. Y en Sonora ya no hallan ni a qué santo encomendarse para que la señora aprenda a ocultar sus transas con sus padrinos y se calle la boca antes de enredarse con su propia lengua. Ni modo. ¡Qué le vamos a hacer!…
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