Jorge juega para saldar sus deudas, o al menos eso es lo que dice. Sin embargo, reconoce: “Me siento mal, porque según yo lo hago para poder pagar unas cosas, pero al contrario me hace falta más dinero”.
Para él, el juego lo tiene atado de pies y manos. Lleva 35 años con esa adicción, “a veces quiero dejarlo y al mismo tiempo no quiero; ya son muchos años y como que no puedo”.
La ludopatía se define como la adicción a los juegos de azar en la que los enfermos aumentan las cantidades de las apuestas y las adoptan como estilos de vida; existen diversas modalidades que van desde los concursos telefónicos, los raspaditos, el Tris, el Melate, la Lotería, los deportes hasta las máquinas tragamonedas y las peleas de gallos, en realidad cualquiera que desafíe las leyes de la probabilidad.
Aunque no existen cifras ni estudios que permitan saber cuántas personas como él hay en el país, lo grave, considera Rafael, fundador de Jugadores Anónimos, es que tampoco hay advertencias por parte de las empresas de juegos y sorteos sobre la adicción que pueden generar estos sitios como sucede en otras partes del mundo.
En Alemania existe un registro de ludópatas, el cual es llenado por el enfermo de manera voluntaria para que se le impida el acceso a los casinos, de no ser así se obliga a los dueños de las salas de juego a devolverles el dinero que pierdan.
De acuerdo con la legislación de ese país en los establecimientos de apuestas deben colocarse advertencias como: “Por ley, los casinos están obligados a controlar a los jugadores ‘bloqueados’ y a advertirles de los daños que pueden acarrearles sus apuestas de esa noche”, lo que no sucede aquí.
Jugadores Anónimos considera que las autoridades deben regular estos juegos, ya que se trata de un problema de salud pública, pues según estudios por cada adicto a las apuestas se afectan 15 a su alrededor.
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