Smells like cinnamon (huele a canela) in su little home (casita), con una mesa que nunca se acaba de servir a los güercos machado con huevo y hartas tortillas de harina.
-El secreto es remojar la machacha antes con un poquito de agua m’ijo, para que se suavice-, nos decía de pequeños.
Con ochentaytantos años cumplidos doña Esther, o “Tela” para sus parientes, todavía se apura para dejar siempre la cocina limpia.
-Tengo mucho quehacer-, comenta preocupada-, aunque ahora sus seis hijos ya están amarra’os y ella vive solita. En estos days (días) se cansa de trapear y en ocasiones tiene ayuda en la casa una vez a la semana, pero la sienta a la mesa para charlar un poco.
Ella no hace distinciones y le sirve lo mismo y hasta le tiene guardadita su Coca Cola en el refri bien helada a la muchacha.
Mira brody: mi ‘amá es tan buena que puede quedarse sin comer, con tan de que sus hijos y nietos alcancen algo. Pero no da cualquier cosa. Si te sirve carne es un filete mignón, si es picadillo, es de una carne molida de primera calidad.
Doña Esther, hija de comerciantes, educó bien a sus hijos y siempre ha sido muy espléndida. Es la perfecta anfitriona, aunque le dé pena reconocerlo:
– Tengo todo tirado y sin recoger-, se disculpa.
A pesar de ello la casa siempre tiene los pisos relucientes y huelen a Pinol.
En algo se parece Rosa María por su obsesión a oler rico, sábanas y toallas limpias siempre hay en la casa, además de una candle (veladora) de fragancia.
En una ocasión pesqué a mi amá echando el Channel 5 cerca de la puerta de la calle, que le regaló mi manita Lety.
-Nooo mamá, es muy caro-, le dije.
-Ah, es que a veces se mete el olor de la calle.
De los domingos de chavo recuerdo que íbamos a la casa de Higueras. Era ir para que la pobre barriera todo la casa, la dejara toda clean (limpia), pa’ luego comer algo rápido y regresarnos de retache a Monterrey, no sin pedir en la panadería del pueblo conchas calientitas recién hechas y empanadas de calabaza.
Es confianzuda de la people (gente). Sabrán que le dio chamba a un lavacoches que iba pasando, a quien contrató de mozito. Éste le barría la calle, le hacía mandados, fue ganándose su confianza hasta sentarse en su mesa, donde comía como cualquiera de sus hijos.
Al poco tiempo se le perdieron sus joyitas, ya se imaginarán porqué.
-La vida ‘tá muy dura. ¿Ya viste que HEB está recaro?-, dijo, pero los tamales Teresita se compran por docenas y son de ahí.
-Es que los de queso están muy ricos-, me responde sola.
Religiosa, bendice a todos los que la visitan. A veces habla de Cony Méndez, la de Metafísica 4 en 1 con conceptos complicados. Hay imágenes de ángeles y también una fotografía de su viejo, Don Jesús, porque dice que su esposo no se olvida de e’a desde el cielo.
-Te encargo una palmita de la iglesia-, me dijo un Domingo de Ramos-, ¿pero por qué usas escapularios? Quítate eso, en la casa nadie tiene.
De sus telenovelas de la noche de Televisa nunca se las pierde, antes del noticiero de López Dóriga. Con la tele a todo volumen porque ya no oye bien, se sienta frente al aparatejo para estar al pendiente.
Eso sí, nunca olvida dejar algo de cenar. Pueden ser hamburguesas con carne preparada por ella misma, quesadillas, frijolitos con chile de color o unas enchiladas to go (pa’ llevar).
-Te hice unos nopalitos, a ver si te gustan-, me dice sonriendo cerca de las 3:30 de la madrugada, cuando vengo de retache a Reynosa.
-¿Y no podrás quedarte otro día?- me pregunta.
Estar con ella, escucharla aunque se queja de la economía porque los dineros ya no duran lo que duraban antes, verla sonreír cuando voy de visita, es lo mejor que puedo darle en este Día de las Madres.
Y sí, tomaremos un cafecito en el Merendero Tino, el que está enfrente de su casa. Y es que tengo “muncha” mamitis brody.