A lo largo de las campañas electorales hemos escuchado de manera persistente el término: guerra sucia.
¿Acaso habrá guerra limpia? Las elecciones señores es una batalla, los candidatos se enfrentan en la lucha por el poder y el manejo de millones.
Todos llegan preparados, se supone, a recibir metralla y otros a lanzar lodo y darle a sus adversarios hasta por los codos.
Lo primero que aconsejan los expertos en marketing político es que los candidatos tengan a la mano respuestas creíbles a temas cuestionables de su pasado.
En las elecciones para gobernad@r de Nuevo León, los efectos de la guerra sucia para algunos candidatos apenas comenzó después de la Semana Santa, porque la candidata priista, Ivonne Alvarez, junto con la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, recibieron metralla desde que destaparon sus aspiraciones.
Al resto ni siquiera los habían tocado con el pétalo de una rosa.
Primero, la guerra sucia no es más que el efecto del pasado limpio o tenebroso de cada candidato. Sí Yo soy un candidato sin cuestionamientos difícilmente la guerra sucia hará mella en mi escudo porque las mentiras caen por su propio peso.
Pero, cuando se trata de una guerra sucia fundamentada en tu pasado, perdóname compadre pero nadie te dijo que robaras ni que golpearas. Ese es tú pasado, ese te seguirá como tu sombra porque es parte de tu vida.
Al candidato del PAN, Felipe de Jesús Cantú, le persiguen los fantasmas y el sospechosisimo de haber recibido moches por legalizar los table dance ¿a poco fue de a gratis manito? ¡Hubo danza de millones! dicen quienes alcanzaron una parte del pastel.
Jaime Rodríguez, el candidato sin partido, que ahora se postula como independiente, se despierta con sus momias. Los solares urbanos en García, ¿hay forma de justificar tanta riqueza para comprar 70 mil metros cuadrados de terrenos? o ¿las decenas de hectáreas en García y Galeana? o ¿las cuadras de caballos y yeguas costosísimas? si puede justificar esas compras con lo que ha obtenido de sueldos como burócrata de los puestos que ha ocupado a lo largo de su vida política excelente, porque demostraría que se trata de una mentira, pero si no justifica y/o transparenta cómo se hizo de tanta propiedad, entonces la guerra sucia no es más que su propio pasado. ¿Pesado, verdad?
El pasado de cada candidato es ineludible, es inocultable. Yo estudié las carreras de periodismo y de derecho, jamás podría presentarme como médico. Mi pasado no puedo ocultarlo.
El pasado forma parte de tu carta de presentación, buena o mala, pero cada quien tiene un currículo de vida, que inevitablemente lo llevas a donde vayas. Es tu sombra, son tus fantasmas que se convierten en pesadillas cuando se exponen a los medios en períodos electorales como recientemente ocurrió con las denuncias de Jaime Golpeador. ¿Golpeó? aunque diga no, hay periódicos de aquélla época que lo evidencian y no lo dejan mentir.
Las leyes electorales podrán contener la mejor intención del legislador, pero en el ring de las campañas, los cuestionamientos exponen a todos los aspirantes.
Urge transparencia en el desempeño de los candidatos como personas y como políticos, es lo que demanda una sociedad cada vez más participativa, que ya no se deja envolver por medios mercantilistas ni por mesías que ocultan sus intereses olvidando sus principios.
Todos los servidores públicos estamos obligados a rendir cuentas y a transparentar el uso de los recursos que usamos y recibimos y más tratándose de una campaña política en la que la misma ley electoral impone límites.
Jaime Rodríguez, el Bronco, está obligado aclarar de dónde salen los recursos para contratar aviones y vuelos privados, como se difundió en las redes sociales sin cobijarse en el pretexto de la guerra sucia.
La guerra sucia cuando no tiene fundamento se cae por su propio peso, pero cuando se difunden tamañas evidencias, “la guerra sucia” se convierte en una cruda realidad que debe enfrentarse con transparencia.
¿Quién paga esos vuelos privados? ¿Quién paga costosas campañas? Sean candidatos independientes o sean candidatos postulados por un partido están obligados a rendir cuentas y transparentar sus fuentes de financiamiento así sea Ivonne, Felipe, Jaime, Fernando, Chema, Asael, Humberto, Luis o Rogelio.
Los excesos se convierten en abuso cuando no hay transparencia.