A mitad del siglo XIX, el gran novelista francés Gustave Flaubert dejó una carta donde retrataba su parecer sobre los partidos políticos en forma explícita: “No tengo simpatía alguna por ningún partido político o, mejor dicho, los aborrezco a todos, porque todos me parecen igualmente limitados, falsos, pueriles, empleados en lo efímero, sin visión de conjunto y sin elevarse jamás más allá de lo útil. Odio todo despotismo. Soy un liberal rabioso”.
Pareciera que el ilustre escritor francés se está refiriendo a la realidad actual de México que tanta irritación causa con sus 10 partidos a nivel nacional más lo locales que más parecen negocios familiares que institutos con vocación cívica. Y el retrato no es ajeno a la fobia con que la mayoría de los ciudadanos con credencial de elector, al abstenerse de votar, tratan al PRI, al PAN, al PRD, al PT, a Nueva Alianza y, especialmente, al Verde.
Chupan tanto dinero de los impuestos y son cajas chicas y grandes para el saqueo de México, que si Gustave Flaubert conociera nuestra realidad, se asombraría de que las protestas callejeras no se enfocaran a terminar con semejante abuso, con el pretexto de que vivimos en una democracia. Imagino que el ilustre escritor francés se volvería a morir nada más de enterarse cómo hace de las suyas y viola la ley electoral el Partido Verde, palero del PRI y especialmente de Enrique Peña Nieto y de las televisoras nacionales.
Así es que, no habiendo otro sistema para gobernarnos en México y no obstante las miles de mañas de todos los partidos políticos para tratar de ganar una elección, los ciudadanos debemos utilizar nuestros recursos con miras a acabar con el clientelismo y las alianzas convenencieras. Y uno de esos recursos es el voto de contrapeso para el mejor equilibrio de poderes.
El voto de contrapeso es depositar en la urnas boletas con sellos distintos a un solo partido, especialmente en el caso de los diputados federales, con el fin de que el presidente, en este caso Enrique Peña Nieto, no pueda hacer de las suyas con las iniciativas que envíe al Congreso de la Unión en caso de contar con la mayoría del PRI y de los partidos agachones. ¿Por qué? Pues nada menos porque hace falta el criterio de la oposición.
Por tanto, en los comicios del 7 de junio hace falta votar en contra de los candidatos a diputados federales del PRI y del Partido Verde o de Nueva Alianza, para que estos “levantadedos” por consigna o que siguen ciegamente “la línea”, tengan trabajo y saquen a relucir sus dotes en cada negociación si no forman mayoría. De otra manera, ni siquiera estudian las propuestas e iniciativas del poder ejecutivo.
Si Gustave Flaubert viviera detestaría también eso que presumen los odiosos partidos abasolutistas y hegemónicos: “Carro completo”. Se oye antidemocrático, aunque sea resultado de una votación libre, porque siempre hace falta la oposición. Siempre es necesario el voto de contrapeso. Siempre hay que llegar a una conciliación de intereses desde la óptica propia de cada grupo parlamentario.
El voto de contrapeso, igualmente, evita que los triunfalistas que presumen un poder se burlen de la oposición que se queda con migajas. Pero ese voto de contrapeso sólo es posible si los ciudadanos sabemos lo que significa y en qué ocasión hacer uso de él. También ayuda mucho para castigar excesos del gobernante y sancionar sus actos de corrupción, lo cual no ocurre, como ahora, si los partidos paleros y lambiscones son mayoría en el Congreso.
Así es que ahí le encargo, estimado lector, que no vote este 7 de junio por los candidatos a diputados federales del PRI, del odioso Partido Verde y de Nueva Alianza. No vote a ciegas por un solo partido si no quiere que resucite Gustave Flaubert y le lea la carta que escribió desde mitad del siglo XIX. Pero, claro, esta es una simple recomendación para una buena causa. Después de todo la voluntad del sufragio debe ser libre y secreta.