Inicio mis colaboraciones con un artículo sobre un relato breve de Martín Luis Guzmán titulado: Ineluctable fin de Venustiano Carranza, que es una crónica magistral acerca de la persecución que planearon Pablo González y Álvaro Obregón para eliminar al primer jefe, al final de su mandato como Presidente de México cuando se lanza el Plan de Agua Prieta el 24 de abril de 1920.
Es gracias a mi abuelo, el historiador potosino Nereo Rodríguez Barragán, que amó profundamente esa etapa de la historia de México, sobre todo cuando un tío de mi abuelo, el General Juan Barragán fue un personaje de fondo en esta persecución, pues era en ese tiempo parte del Estado Mayor del Presidente Carranza. Además, considero que Martín Luis Guzmán es el mayor escritor de entre quienes dieron vida literaria a la Revolución Mexicana, desde hace años tengo la deuda de hacer un asedio como homenaje a mi maestro Emmanuel Carballo, a quien se le rinde merecido reconocimiento nacional, pues nadie como él nos mostró lo que es la narrativa mexicana de la primera mitad del siglo XX.
Uno de los consejos de cualquier preceptiva literaria, es la de escribir sobre un tema que se conoce; pero son varios y diversos los caminos que el ser humano tiene para conocer. En este caso, el amor a la lectura y la lectura en si, serían un camino de conocimiento, pues aunque de niño y adolescente me soñé participando en esa gesta que me era relatada por el abuelo y que veía y volvía a ver en las fotos de la Historia Grafica de la Revolución Mexicana, de Gustavo Casasola, es hasta ahora, cuando ese conocimiento ha pasado por la criba de la fascinación pero también del desencanto que me animo a tocar el tema como pretexto literario.
Martín Luis Guzmán es, por su estilo sobrio y analítico, su increíble oído para los giros idiomáticos de la época, su manera de trazar de un brochazo a los personajes y el sabor que imprime a sus secuencias narrativas, uno de esos escritores que nos hacer ver la historia como si estuviéramos en el cine. De hecho este texto de Guzmán sería un excelente pie de guión para dar vida a una gran tragedia. Además Martín Luis posee un don bastante extraño en nuestras letras, la del análisis riguroso del asunto que trata, sea una escena, un capítulo o la simple expresión de un personaje. El poder argumentativo de su narrativa es otro de los elementos que lo destacan sobre, por ejemplo, Mariano Azuela, quien expresa el alma popular con toda la rudeza de sus matices aunque sin penetrar en los trasfondos que los provocan, como lo hace Guzmán con singular elegancia y tino.
En el breve relato que reseño, la persona de Carranza alcanza momentos de dignidad y heroísmo de tal nobleza humana, que se sale de la historia de bronce para señalarnos el destino que han de cumplir quienes están por encima de la cotidianeidad y se convierten, paradoja de ese mismo destino, en marionetas de las circunstancias. Víctima de su propia grandeza y de una aguda conciencia de la fatalidad Don Venustiano avanza sin inmutarse hacia la muerte que la traición le ha preparado.
Son tantos los claroscuros con que el narrador nos dibuja al personaje, que su sobriedad y entereza, su seguridad y don de mando en esas horas aciagas, que se antoja temerario hasta la necedad y heroico hasta la incongruencia pasando por todos las contraposiciones de un espíritu incapaz de renunciar a la esperanza para llegar primero a Veracruz donde lo espera la traición, y luego a la esperanza de llegar al norte por el camino que lo conduce a la muerte.
¿Porqué ahora un tema como la revolución, si ha sido a todas luces un espléndido fracaso?: Me refiero a la incongruencia entre los ideales y los resultados. Pues porque ya se preparan los festejos que celebrarán su centenario junto con el bicentenario de la independencia, nuestro primer gran fracaso, ya que como se decía en mis años mozos: Salimos de Guatemala y entramos a Guatepeor.
Se antoja entonces que todos: Tiros y troyanos echemos nuestro gato a retozar y digamos lo que pensamos al respecto. Yo se que hay legiones que difieren de mi punto de vista y que creen que ambas luchas ayudaron a avanzar a las “ruedas” de la historia. No obstante, en mi interior sigo escuchando la voz de mi abuelo Nereo, quien casi niño fue también correo del Ejercito Constitucionalista: Para lo que hemos logrado, estaríamos mejor sin tanto muerto.
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