b>Barcelona, España / Mayo 25.-
A Barcelona hay que llegar de día. Dejarse pasear por Las Ramblas, enamorarse de la arquitectura de Montjuïc, subirse a un tranvía que lleve a Tibidabo, soñar finalizada la Sagrada Familia de Gaudí y terminar sentado en algún rincón del Camp Nou hipnotizado por un hechicero en calzoncillos blaugranas que bien podría habitar en el mundo de J. R. Tolkien; igual bautizado como Frodo, Gandalf o por qué no: Messi.
Lionel Andrés Messi, un genio en empaque pequeño que se resiste tanto al matrimonio (con Antonella) como a soltar esa amiga suya de gajos y material sintético.
No es que el chico de 21 años no sea un hombre de compromisos. Hay que tener el seso recubierto de entereza para ignorar a lobos como Florentino Pérez, presidente del Real Madrid con todo y su cargada de Euros para comprar todo lo que pueda tener precio. Esa es quizá la diferencia de Messi en un mundo donde el balón rueda con sonido metálico.
Cuántos jugadores hoy en día pueden definir su futuro futbolístico por el termómetro de la felicidad. Messi lo hace, “estoy feliz en Barcelona y no lo cambiaría ni por el Madrid, ni por nadie”.
Ha vivido apenas más de dos décadas y el rosarino tiene a la fidelidad como prioridad en su escala de valores. Y es que cómo podría olvidar a un club que no sólo le abrió las puertas a su genio, sino que intervino para costearle un tratamiento hormonal de crecimiento a los 12 años, una apuesta cuando nadie le aseguraba al conjunto catalán que la perla argentina que pulía brillaría hasta convertirse en la más deseada del orbe.
Por eso es que la prisa no va con el eterno niño que viste con el 19 blaugrana. Su vida la lleva sin mirar a la grada. Con la mirada al balón y al horizonte. Qué importa que se dispute la Champions League ante el Manchester United el próximo miércoles, o que hace un par de semanas ayudó a ganar la liga contra el Real Madrid ante un hostil Bernabéu.
Messi se entrega a lo que es el futbol: un juego. Feliz sobre el campo, con el balón como real compañero, sin necesidad de supermodelos que le esperen a la salida, no, Leo es fiel a Antonella, “La conozco desde que tengo cinco años, es la prima de mi mejor amigo, rosarina como yo. La he visto crecer y ella me ha visto crecer. Nuestras familias se conocen, así que no tengo dudas”.
Lionel no tiene dudas. Juega en el mejor Barcelona de la historia (al menos así descrito por Juande Ramos) como si el terregal aún polveara su cara en su natal Rosario, ahí donde ha prometido regresar algún día, “me vine acá (Barcelona) a los 13 años, pero sigo yendo seguido para allá y tengo parte de la familia también. Mi idea es volver para Argentina. No sé cuándo, pero volveré a Rosario”.
Lo dice un chico que ha enamorado al mundo. Que no le preocupa que las encuestas se desangren por saber si es mejor él o Cristiano Ronaldo.
Un hechicero que ha revolucionado Cataluña, que hoy reenumera sus atracciones, Montjuïc, Tibidabo, Las Ramblas, Messi, Leo Messi.
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