Reynosa, Tamps. / Mayo 26.-
El nombre de Calvin W. Fraser quedó en la historia como el hombre que llevó a cabo un sueño, empezar el negocio de la primera maquiladora de la región para la comercialización de ropa femenina en Estados Unidos y todo el mundo.
Fue un 15 de diciembre de 1969, cuando un norteamericano con una gran visión pisó las tierras de Reynosa para empezar a hacer historia. La empresa Rey-Mex-Bra se ponía la primera piedra en los terrenos en la carretera a Matamoros del kilómetro 85, por parte de su fundador Fraser, el alcalde Manuel Garza González y Ciro Hernández, gerente administrativo de la empresa.
“El señor Calvin pensaba colocar una empresa de maquila en la zona fronteriza y decidió que Reynosa sería la mejor opción; fue una persona muy comprometida y agresiva en la cuestión de inversiones, pero a su vez fue siempre muy apreciado por los empleados”, recordó Armando Látigo, quien fue el administrador general de la empresa, con la franquicia de Form-o-Uth, una fábrica de brasieres que venía de California.
Con 28 años viviendo en McAllen, Látigo calculó que la bonanza de la empresa significó contar con mil 800 empleados, repartidos en cuatro plantas de la región.
“En Reynosa fue la primer maquiladora de la época, aunque se instalaron después otras dos o tres que ya no existen, eran muy pequeñitas y manufacturaban ropa, pero no las recuerdo muy bien, porque yo llegué cuando ya no estaban”, dijo quien ingresó a la planta un 28 de septiembre de 1971 como contador de la nómina de la empresa ubicada en el Fraccionamiento Reynosa, dentro del Parque Industrial Reynosa.
Látigo, quien el día de hoy hace gestiones administrativas para Vanity Fair Brands, empresa ubicada en varios países del mundo, recordó que las primeras maquiladoras en la región fueron Kimco y Lamba, productoras de válvulas de cobre y electrónica, respectivamente.
“El dueño de la empresa hizo un estudio de factibilidad en toda la frontera, desde Tijuana hasta Matamoros, visitó varias ciudades y se decidió por Reynosa porque vio que en la ciudad no se había instalado ninguna maquiladora, como sí ocurrió antes en Matamoros y Ciudad Juárez”, dijo.
Lo cierto es que la ciudad ya requería de este tipo de impulso económico, por lo barato de la mano de obra de los trabajadores mexicanos.
“Se le llamó maquiladora porque las empresas pedían importar el producto, hacer la maquila para la manufactura de ciertas partes de un producto, que luego sería ensamblado en otra fábrica de Estados Unidos”, explicó un trabajador de la empresa quien pidió su anonimato.
Señaló que en este caso no había mano de obra masculina, entonces un 99 por ciento estaba compuesto por mujeres, pero luego el porcentaje llegó a ser la mitad de la población trabajadora en los últimos años.
Algo de lo bueno que se extraña fue la difusión de los valores, como en esa época en los años 60s eran pocos los empleos de fábricas para las empresas.
“Tuvo una práctica muy importante las fiestas, para integrar al personal, porque permitía estar en contacto con los trabajadores, como en la actualidad ocurren en otras empresas, pero la Rey-Mex-Bra, fue precursora del reconocimiento del personal en el Día de las Madres o del padre”, indicó.
La unión se notaba en las fiestas como el Día de los Madres, como en el cumpleaños de Fraser, con una fiesta organizada por los mismos trabajadores, que incluía tamales, refrescos, un gran pastel y hasta una piñata mexicana.
“En esta empresa se les enseñó un oficio a los trabajadores como la costura, lo que les servía después para hacer algo en sus casas, porque en la actualidad sólo se aprenden labores de maquila en la línea de producción que no se pueden realizar por sí solos”, dijo el trabajador.
LA NOSTALGIA
Látigo agregó que en la actualidad los edificios actuales están sin actividad e incluso disponibles en venta para cualquier empresa maquiladora que esté interesada en armar un nuevo proyecto en la ciudad.
Fue en agosto del año pasado que la matriz tomó la decisión por la venta, distribución y diseño del producto, por lo que decidió el trabajo a terceros o por outsourcing, una decisión que convenía los intereses a la compañía.
“Nosotros siempre tuvimos buenas relaciones con el sindicato, que era considerado como independiente, porque cuando llegó la empresa no había sindicatos, por lo que un grupo de personas de la CTM nos permitieron formar uno interno, esto resultó con muy buenos resultados porque el trato fue siempre directo con la gente”, dijo el ex administrador general.
Para Emilia Martínez Torres, quien empezó como empleada de costura, dijo que la empresa puede considerarse como segunda casa, porque ahí cumplió 39 años conviviendo con cientos de trabajadores.
“Me pidió una compañera, Socorro Solís, que si la podía acompañar a una entrevista de trabajo, pero resulta que ella no se quedó y yo sí”, dijo quien ingresó el 23 de noviembre de 1970 y que con el tiempo recibió entrenamiento para aprender costura y llegar después a ser inspectora de control de calidad.
En la empresa aprendió un puesto multifuncional, porque fue auxiliar, supervisora, entrenadora, recepcionista y finalmente secretaria general del sindicato de la empresa.
“Como inspectora de calidad se revisaba que hubiera control en todas las prendas y se podía rechazar un producto si tendía mal la costura o si se rompía el material o con alguna manchita”, explicó la trabajadora.
En Rey-Mex-Bra se producían en máquinas industriales brasieres blancos, negros y rojos según la temporada pero también había otros menos comunes como rosas, verdes, celestes que serían distribuidos bajo la marca de Vanity Fair o Victoria Secret, aunque también se producía a Sears, J.C. Penney y Vassaret.
“Se hacían fondos y medios fondos, batas, fajas y en otras plantas se hacían camisetas para caballeros; creo que los años de bonanza de la empresa fueron de los años 80 al 2000”.
Su rutina de trabajo iniciaba a las 7:00 horas con el ingreso a la fábrica, a las 9:30 un breve descanso, 9:45 regreso hasta las 12:00 horas para la comida. Luego se trabajaba de 12:30 a las 16:30 horas.
“Nuestro trabajo no era rutinario, nos movían en varias áreas, por lo que aprendíamos varias funciones”, dijo quien fue secretaria general del sindicato de la empresa.
Una prestación de la empresa era el comedor, pues los empleados recibían una comida gratuita que consistía en dos opciones, pollo frito con papas y coliflor, así como guisado de res, verduras y frijoles.
“También daban caldo y a veces postre. Se descansaba sábado y domingo, aunque los horarios cambiaron un poco con el tiempo según la demanda, pues ya se podía trabajar como tiempos extras los sábados”.
Su puesto en el sindicato la hacía encargada de llevar las peticiones de los empleados con los jefes, como realizar diversas juntas de la empresa.
“En caso de quejas, el operador iba con el supervisor, después al gerente de piso y finamente a recursos humanos quien arreglaba los problemas con el sindicato; para nosotros el sindicato fue muy importante, porque cuidábamos que se le diera lo mejor a la gente, por lo que evitábamos problemas; creo que Dios pone los medios para atender lo necesario y hacíamos las peticiones a los jefes respectivos”, comentó Martínez quien llevó la fiesta en paz con Rey-Mex-Bra porque nunca hubo una huelga en la empresa.
Sus mejores recuerdos dentro de la planta número 42 fueron la convivencia con los empleados y organizar eventos sociales, acostumbraba tomar fotografías para el recuerdo.
“Yo fui a muchas empresas, pero con nosotros el ambiente se sentía como familiar, porque el dueño (Calvin Fraser) llegaba siempre saludando a todo mundo, que no he visto que haya otro igual”, dijo quien conserva como su tesoro, las fotografías antiguas de la empresa.
Los nombres de Elena Williams, Guillermo Herrera, Joel Acevedo, Mario Dávila, Jey Obros, Armando Látigo y Gibson Wessy quedarán en la memoria de miles de empleados reynosenses.
El día del cierre Wessy, gerente general, fue quien dio la mala noticia del cierre de la planta, un día de mayo del 2008.
“Nos reunieron a todos los empleados, alrededor de 600, para explicarnos que las plantas se cerraban por razones económicas y aunque se trabajó en Reynosa muy bien, hay otros lugares más económicos.
“Siento mucha tristeza”, continuó, “porque hubo mucha gente que lloró, porque fueron muchos años de trabajo; había varias plantas y se fueron cerrando poco a poco de otras ciudades y la 42 fue la última planta en cerrar”.
Las prestaciones de la empresa como becas de estudio, clases de primaria, cursos de capacitación, ayudas funerarias, bonos de comida y puntualidad, fueron útiles porque formaron en las empleados a grandes personas.
El recuerdo de la escuelita, que en realidad era un centro de capacitación, permitió que algunas de los trabajadores terminaran sus estudios básicos de primaria y secundaria.
“Yo creo que Reynosa no sería la misma sin Rey-Mex-Bra; porque ella nos dio todo, a unos grandes jefes que nunca olvidaremos y a unos compañeros con quien compartimos muchos años de nuestra vida”, indicó Martínez.
Mientras tanto las paredes de la empresa lucen abandonadas. La fábrica está en venta al mejor postor, pero los recuerdos del trabajo de miles de trabajadores sólo quedrarán en su memoria.
Lo cierto es que la gente podrá decir con seguridad “aquí fue, en el kilómetro 85 de la carretera a Matamoros, donde empezó la historia verdadera de la maquila en Reynosa”.
*Este artículo y más información sobre maquiladoras puedes encontrarla en la revista Conexión, en su edición de mayo. Busca un ejemplar gratuito cerca de tu área de trabajo.
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