Qué difícil es aterrizar a la cruda realidad, sobre todo, cuando mejor nos la estábamos pasando, todavía recuerdo la emoción que nos hizo sentir el estadounidense Michael Phelps con su gran récord olímpico de ocho medallas de oro; la nueva potencia del jamaicano, más rápido del mundo, Usain Bolt; la gran felicidad que nos contagiaron dos mexicanos María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez, ambos campeones olímpicos en Taekwondo.
En fin, entre la ilusión de ganar algunas preseas olímpicas, sin echarle la culpa al condimento de la comida o por los cólicos producidos el día de la competencia, como el marchista Eder Sánchez, hubo cuatro mexicanos que sacaron la casta por nuestro país; los taekwondoines, así como las clavadistas Paola Espinosa y Tatiana Ortiz.
Nos resistíamos a dejar las olimpiadas, tal vez era una gran puerta para salir de la problemática que aqueja a nuestro país, pareciera que no queremos despertar de un sueño de paz, de tranquilidad, del símbolo de la hermandad como son los Juegos Olímpicos.
Qué ironía, la delincuencia en México nos aterrizó de aquella tranquilidad efímera, o tal vez superficial, ya que sabíamos en las circunstancias en la que nos encontrábamos, pero nos resistíamos a dejar ese sueño de humanidad, palpado durante quince días.
Despertar con el secuestro y asesinato de un joven como Fernando Martí; la impotencia y el desaliento de una madre como la de Sandra Vargas, que tiene once meses y medio secuestrada. A cuantos de nosotros nos daba terror intentar comprender esas familias, que no han tenido paz durante varios meses; y me refiero intentar comprender, ya que la sola idea de pensar, por lo menos en un minutos, de estar en su lugar nos invade el pánico.
Esos son dos simples ejemplos que han salido a la luz pública, tal vez la posición económica de los familiares de los secuestrados, les permite mover la montaña de la burocracia, PERO, ¿Cuántos de estos casos existen en todos los rincones del país? La respuesta es innecesaria, lo vivimos a diario, y no solamente en algún punto del país, se ha generalizado.
¿Qué hace falta? En 1810 se luchó por la independencia de nuestro país; en 1910, por la revolución de los mexicanos; y me hago la misma pregunta: ¿Qué hace falta? En 2008, entre los mismos nos estamos acabando, PERDON, no entre los mismos, no se puede ser igual al que secuestra, al que asesina, al que roba, al que juega con la felicidad de los demás.
No se trata de quien tiene la culpa, no se trata si fue el PRI en 70 años, o si fue el PAN en dos sexenios, o si el PRD en el Distrito Federal; eso es intrascendente, hacen falta RESULTADOS, no expertos en oratoria que nos ensucien con sus palabras.
Qué ironía.
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