Esa mañana, con mi libreta de apuntes ‘nuevecita’, llegué muy temprano a la redacción del periódico Prensa de Reynosa. El jefe de Información me había citado para darme mi ‘primera lista formal de fuentes informativas’. Era octubre de 1985.
Los nervios desbordaban. Estaba a unos segundos de debutar como reportero, mi sueño de adolescente.
El hombre detrás del escritorio había olvidado la cita pero –con preocupación fingida– externó una disculpa, de un rollo gigante tomó un trozo amorfo de papel café, lo colocó en su vieja Remington y tecleó con asombrosa rapidez.
–¡Ya está! Las fuentes de información importantes están asignadas, pero por ahora, con esto puedes empezar. Están bien para ser principiante. ¡A reportear!
Y agregó:
–Son, por lo menos 7 notas diarias.
Dijo eso y así, sin orden de trabajo ni nada, volvió a la lectura de su periódico.
Para mí todo era novedad, por eso, cuando salí del módulo aquél revisé, ávido, mi lista y leí… con letras todas en mayúsculas:
CASA DE LA CULTURA, TALLERES LIBRES DE BELLAS ARTES, JARDINES DE NIÑOS, PRIMARIAS, SECUNDARIAS Y PREPARATORIAS.
A partir de ese instante, y durante el siguiente año y medio, ése fue mi campo de trabajo. Esos fueron los escenarios de mis primeras notas, mis primeros intentos de crónica y mi laboratorio de entrevistas.
La Casa de la Cultura trabajaba siempre a contracorriente por la escasez de recursos y en los Talleres Libres de Bellas Artes (ya desaparecidos) profesores y directivos laboraban prácticamente por puro orgullo porque no tenían ni quinto. Se cooperaban hasta para las copias.
Los jardines de niños, primarias, secundarias y preparatorias, donde nunca falta un grupo experimental de teatro, una rondalla, una estudiantina o un grupo de poesía coral, entre muchas expresiones artísticas más, debían improvisar espacios para alentar la inquietud de sus alumnos.
Toda era artesanal. Descubrí que en las escuelas una de las áreas más sufridas por la falta de recursos era la de Educación Artística.
Están por cumplirse 23 años desde aquél día.
Fueron muchos los relatos que escribí donde, aún sin proponérmelo, dejaba al descubierto el rezago cultural en mi ciudad y créame, hoy la historia no ha cambiado.
La pregunta es: ¿por qué?
Durante todo éste tiempo mantuve la creencia de que en Reynosa escaseaban promotores de las bellas artes capaces de desprenderse de algunas monedas para contribuir al desarrollo cultural.
Viví en el engaño.
Hace unos días, el gobernador, Eugenio Hernández Flores, y don Ramiro Garza Cantú encabezaron una cena donde presentaron el mega proyecto del Parque Cultural Reynosa. Obra magnífica.
Será, sin duda, una de las obras más trascendentes de todos los tiempos.
La cena fue de lujo, en un lugar de lujo y propicia para portar vestimentas y aromas de lujo, además de alternar con dos de los personajes más importantes de Tamaulipas –sino es que los más importantes– y sobre todo, hacerlo frente a las cámaras.
Todos sabían que los medios estaban invitados.
…Y ahí, por varias horas, coexisistieron. La inmensa mayoría auténticamente adinerados.
Aparecieron de todos los lugares. Empresarios, políticos, funcionarios públicos y… por cierto, ¿a nadie se le ocurrió invitar a profesores de música, de danza, de pintura, a directores de escuelas? Por lo menos en las mesas principales no se les vio.
Lástima, ellos sí se hubieran convertido en auténticos promotores; sólo imaginen cuántos alumnos atienden diariamente. Pero en fin…
Se calcula que lograron reunirse unos mil amantes de las bellas artes que, además, están profundamente preocupados por su ciudad.
Me pregunto: ¿dónde estaban ellos durante los últimos 20 años?
Si esos mil ‘promotores’ de la cultura se hubieran organizado en pequeños grupos de diez y hubieran adoptado una escuela o una organización cultural durante las últimas dos décadas, hoy tendríamos ¡100 clubes de patrocinio! empujando a todo vapor en Reynosa.
Qué Guanajuato ni qué nada… respiraríamos el arte casi en cada esquina y el Parque Cultural Reynosa sólo sería la ‘cereza del pastel’.
Pero no, para nuestros promotores culturales fue más cómodo esperar pacientemente hasta que don Ramiro y algún gobierno tomarán la decisión de entrarle al tema, se organizara una cena de lujo y alternar –bajo los reflectores– con lo mejor de la sociedad.
Viéndolo bien, quizá muchos de ellos son producto de la Cultura de la Vanidad… que al fin de cuentas también es cultura.
Muchas gracias a Hora Cero por la oportunidad de estar aquí. Exito en esta nueva era.
Nota: Luis Alonso Vásquez es un periodista de Reynosa, Tamaulipas, y titular del programa radiofónico ‘Enlace Ahora’ que se transmite por el 810 AM de Radio Rey.
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