Pachuca, Hidalgo / Junio 1.-
Pablo Barrera aprendió la lección. Corría el minuto 85 del partido de vuelta de la final del Apertura 2007. Atlante agobiaba el arco puma, el marcador estaba empatado. El balón se metió al área felina. Cayó a los pies de Barrera, franco, manso, listo para ser despejado hasta la costera.
Pero el playera ocho de los Pumas quiso recortar, el esférico se alargó y fue a caer a los botines del atlantista Clemente Ovalle, quien lo prendió rencoroso hasta la red.
Fue el gol del título azulgrana y uno de los momentos más tristes en la carrera de Pablo Barrera.
Barrera tuvo que esperar paciente su revancha. Lo hizo postrado fuera de las canchas durante todo el Apertura 2008, lesionado, triste.
Ansioso porque el futbol le regalara un chance para regresar, si acaso con el recuerdo de sus buenas actuaciones con equipos juveniles felinos que alguna vez lo candidatearon para vestir la playera de la Fiorentina italiana.
Pero ni la lesión, ni la amargura del 2007 llegaban a simular el agrio en la boca del chico nacido en Tlalnepantla, Estado de México. De ahí su emoción cuando este domingo El Tuca Ferretti lo requirió para entrar al campo.
El muchacho estaba nervioso, con los pies quemantes por pisar el tapete verde.
El tiempo regular había terminado. Eran tiempos extras. De nuevo a la cancha con el marcador empatado, de nuevo en plena etapa de agonía para dar algo por sus Pumas.
Entonces llegó el momento del cambio. De empujar contra unos Tuzos de piernas cansadas, de llevar el balón contra el arco de ese gigante colombiano, naturalizado mexicano Miguel Calero.
Y vino el minuto 107, con Barrera corriendo como si en ello le fuera la vida sobre la derecha, desparpajando rivales, uno, dos, Tuzos en las espuelas y Pablo ya dentro del área, frente al gigante de rojo.
Quizá por Barrera corrió la película del Clausura 2007, quizá recordó que un recorte lo llevaría a la pesadilla del pasado. No, El ocho felino había aprendido la lección. Futbol justo y caprichoso. Pablo Barrera reventó un disparo al bulto, a Calero, quien, inimaginable, falló, se le escurrió el balón y Barrera se sacó su pesadilla, convirtió a sus Pumas en campeones.
Por eso su nerviosismo al final. Su voz entrecortada, sus ojos con hilos rojos y su playera blanca de monarca.
—¿Cómo te sientes?
—Nervioso, muy nervioso.
No había más qué decir. Su punterazo al título lo había dicho todo.
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