La imagen de un monstruo creado con cadáveres que representó la aberración de un científico loco con la aspiración de convertirse en Dios, “Frankestein”, surgido de la imaginación de la escritora Mary Shelley, nacida el 30 de agosto de 1797, inspiró la creación de verdaderos terrores de la pantalla.
“Frankestein” fue llevado al cine por James Whale en 1931 y a partir de ese momento se propició la aparición de otras criaturas a través de las cuales se abordaron argumentos moralistas de los abusos de la ciencia.
Tales fueron los casos de “La mosca”, “El hombre invisible”, “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” y “El monstruo está vivo”, película en la que una píldora anticonceptiva de efecto maligno genera bebés monstruos.
Luego, la devastación de Hiroshima y Nagasaki con bombas atómicas generó en pantalla filmes sobre engendros producto de la radiación nuclear, como Godzilla.
El monstruo “Cloverfield” nació a partir de la basura radioactiva vertida en los océanos, “Alligator” se convirtió en gran depredador y en “El huésped” una criatura marina adquirió dimensiones colosales, características anfibias y hábitos asesinos, a partir de tóxicos arrojados en ríos.
También se podría mencionar a “El extraterrestre”, “La invasión de los usurpadores de cuerpos”, “Depredador” y “Alien”, lo mismo que “Tarántula” y “El increíble hombre menguante”, tan sólo por mencionar algunos.
Fue así como un texto de Mary Shelley hizo desfilar por la pantalla a toda una serie de monstruos.
La autora de la célebre novela de terror “Frankestein”, una de las obras más leídas de todos los tiempos, Mary Shelley, nacida en Inglaterra, fue precursora del género en el que combinó el misterio con la ciencia ficción.
Mary Wollstonecraft Shelley, su nombre completo, fue hija del filósofo y librepensador William Godwin y de la escritora feminista Mary Wollstonecraft, quien murió a los pocos días de haberla dado a luz.
Poco tiempo después de la trágica muerte de su madre, su padre se casó con Jane Clairmont y se sumaron a la familia tres hijas más: dos de él y una de ella.
Hacia 1814, Mary Shelley conoció al famoso y atractivo poeta Percy Shelley, de quien se enamoró. Pese a estar casado se fugó con él a los dos meses de haberlo conocido.
Viudo Percy Shelley, en 1816, Mary se casó con él y en un viaje a Suiza conoció a Lord Byron.
En el transcurso de una noche de tormenta en la que Byron sugirió a los presentes que escribieran una historia de fantasmas, nació el germen de lo que acabaría cristalizando en la novela “Frankestein”.
Ni Byron ni Percy Shelley llegaron a escribir nunca historia alguna de terror, y hoy es más recordada Mary por su novela del monstruo semi humano que su marido, pese a que éste fue un poeta célebre en su época.
“Frankestein” se publicó en 1818, aunque en un principio anónimamente. Se constituyó en todo un éxito, el cual se vio ampliado, tanto que en 1823 ya se habían realizado seis ediciones de la novela.
Se dice que Mary vivió una existencia traumante con su marido, viajando entre Francia, Suiza, Inglaterra, Alemania, Holanda, Italia, y quedando embarazada varias veces pero sin éxito, sólo sobrevivió Percy-Florencia.
Todos esos decesos y su temprana viudez le crearon el trauma de que era incapaz de retener la vida de las personas queridas, de que
ella misma era un símbolo de esterilidad y muerte, lo que influyó en el resto de su lúgubre obra.
Mary escribió una novela gótica “Valperga”, en 1823, a la que siguió otra titulada “El último hombre”, totalmente futurista, cuya acción se sitúa en las postrimerías del siglo XXI y en la que se menciona la decadencia de la humanidad.
También escribió dos relatos cortos, uno de fantasía: “Transformación” y el otro “El mortal inmortal”, en el que habla de los inconvenientes de una vida humana eterna, y que luego ha dado origen a muchas secuelas.
Se adentró en la novela histórica con “The fortunes of Perkin Warbeck y Falkner” y además de ganarse la vida duramente escribiendo artículos, biografías y ensayos por encargo, escribió las memorias de su esposo, quien murió ahogado en el mar de Livorno, Italia, en 1882.
Mary Shelley no se volvió a casar nunca más, ni se le conocen amoríos, pese a que no faltaron ilustres aspirantes a su mano, entre los que destaca el famoso novelista Washington Irving.
Vivió consagrada a su trabajo y a su escasa familia. Murió a los 54 años, el 1 de febrero de 1851.
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