México, D.F. / Junio 7.-
Estudios realizados por científicos de las universidades de Pennsylvania y de Temple, en Estados Unidos, revelaron que cuando una persona miente, el cerebro se activa en el lóbulo frontal, temporal y límbico.
El estudio del fenómeno de la mentira ha arrojado diversas teorías psicobiológicas, desde las cuales se intenta comprender el engaño como parte del instinto de supervivencia de la especie humana, en la conquista amorosa y a veces por la mala memoria.
La Escuela de Medicina de la Universidad de Pennsylvania, tras realizar un estudio de resonancia magnética a cierto número de individuos, descubrió zonas del cerebro que se iluminan cuando las personas mienten.
Según ellos, cuando alguien miente, su cerebro lo inhibe de decir la verdad y eso hace que el lóbulo frontal esté más activo, de tal forma que la persona tiene que pensar más.
De acuerdo con una nota publicada en el más reciente número de la revista “Quo”, mentir requiere un incremento de la actividad cerebral en las regiones involucradas en la inhibición y el control.
Pero la mentira no sólo corresponde a la especie humana, según el filósofo español Miguel Catalán, los animales también llegan a ser hábiles para engañar.
En su libro “Antropología de la mentira”, explica que a los chimpancés se les denomina los “maestros del fingimiento”, ya que son capaces de ocultar objetos, despistar a sus cuidadores y a otros de su especie por cuestiones de supervivencia o de competencia sexual y, lo mejor, por el simple hecho de pasar el rato.
Contrario a lo que se pudiera pensar, explica la publicación, las persona mienten más cuando conversan entre sí, que cuando se comunican por otro medio, ya sea correo electrónico o vía telefónica.
Los profesionales que se han dedicado al estudio de la mentira, señalan que existen reacciones fisiológicas que se pueden medir con el polígrafo o diagnóstico por imágenes y también códigos y denominadores comunes del lenguaje corporal, verbal y de tono de voz.
En cuanto a las reacciones fisiológicas, los especialistas aseguran que al mentir aumenta la presión arterial, la frecuencia cardiaca, respiratoria y hay cambios en la actividad eléctrica de la piel asociados a la sudoración.
En tanto, los pies y las piernas son las partes del cuerpo más sinceras, seguidas del torso y las gesticulaciones, mientras que los movimientos de manos y las expresiones faciales son más fáciles de manejar.
Los pies, se explica, reflejan realmente el estado emotivo y cognitivo de la persona. La parte inferior del cuerpo no miente cuando expresa interés, aburrimiento, deseo de huir o de combatir, reserva apertura, hermetismo y deshonestidad.
La experta en comunicación no verbal, Lilian Glass, ha observado que cuando una persona sincera está parada, tiene los pies bien apoyados apuntando hacia su interlocutor.
Si el peso de la persona reposa sobre un lado del pie o los talones, probablemente está siendo falsa, miente o retiene información. Los tobillos cruzados pueden significar que no quiere revelar algún dato o emoción.
Las flexiones del torso hacia adelante puede expresar interés y hacia atrás desinterés. Una persona que no es sincera es en general menos expresiva con las manos, aquellas que enseñan palmas y extienden dedos, indican franqueza.
En cambio, el rostro suele contener un doble mensaje: por un lado, lo que el mentiroso quiere mostrar, por el otro, lo que quiere ocultar, expresó el profesor en psicología de la Universidad de California, Paul Ekeman.
Una sonrisa mentirosa, por ejemplo, se detecta cuando la parte inferior de la cara muestra los dientes, pero los ojos no se arrugan, mientras que el hecho de rascarse la nariz ante preguntas comprometedoras, se le conoce como efecto pinocho.
Esto es porque cuando una persona miente se pueden dilatar los vasos sanguíneos de la nariz, de tal forma que se hincha, aunque este aumento de tamaño no es visible, el efecto final, unido a la sudoración, genera la necesidad de rascarse.
Según la jefa del laboratorio de neuropsicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, Feggy Ostrosky, el tono de voz es un indicador más confiable que la expresión facial para detectar al que engaña.
Los indicios vocales más comunes de engaño son las pausas demasiado largas o frecuentes y el mentiroso, ante el temor de ser descubierto, puede volver la voz más aguda.
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