El nombre de esta columna es un nombre propio. Pertenece a una figura pública, pero a muy pocos les dice mucho, aunque haya sido ventilado a nivel nacional e internacional en los medios masivos. Sin embargo, al empezar a escarbar en su trayectoria política, lo primero que produce su conducta es asco. Su fama, bien ganada, no es por actos edificantes o beneficios sociales, sino por un mayúsculo escándalo.
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre no llama la atención por su figura física. No tiene ni una pizca de sex appeal. No es ni esbelto ni rubio, ni está como receta de médico para mujeres deshauciadas. Su sobrepeso y su barriga son motivo de burla, pero no su apetito sexual, según declaraciones de quienes han sido objeto de su lascivia y concupiscencia al aprovecharse el tipo de su cargo en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la ciudad de México.
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, no obstante, está lejos de ser considerado un conquistador. Más bien fue un aprovechado de su puesto político y un logrón para someter a su antojo a cuanta mujer se prestó a servirle después de engañarlas con un plan de reclutamiento laboral en el PRI capitalino.
Atraídas por la oferta de trabajo, las mujeres caían en las redes de las enganchadoras de Gutiérrez de la Torre, una de ellas de nombre Priscila Martínez. Lo demás él lo conseguía con su labia o coacción. Por eso se le ve tan gordito en las fotografías. Y en ellas se le nota tan satisfecho sexualmente porque terminaba cada día bien llenito. Panza llena, corazón contento.
Hasta que un reportaje con el que debutó la Unidad de Investigaciones Especiales, surgida de la primera emisión de Noticias MVS, de Carmen Aristegui, puso al descubierto la presunta red de prostitución, teniendo como escenario la misma sede del PRI de la ciudad de México, porque ahí ejercía sus actos tan singular dirigente tricolor.
Una reportera de la estación radiofónica tuvo el valor de desempeñar un papel clave para dar con la verdad de las denuncias hechas por varias afectadas a los periodistas. Ataviada con el minivestido que era de rigor entre las aspirantes a edecanes, la tal reportera llegó a las oficinas de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre a solicitar trabajo.
Cuauhtémoc le echó el ojo. Como quien dice, le dio el visto bueno. La seleccionó de buenas a primeras y ella puso en acción su ingenio para cargar con una grabadora accionada desde mucho antes para grabar cuatro horas continuas que dieron lugar a los fragmentos que no dejaron lugar a dudas la clase de las tropelías a las que este tipo cínico y abusivo condicionaba a las jóvenes que buscaban trabajo en el PRI del Distrito Federal, a través de Priscila Martínez.
Ante mayúsculo escándalo con las elecciones muy cercanas, el PRI le tapó el ojo al macho y simplemente lo separó de su cargo, aunque Gutiérrez de la Torre siguió ejerciendo el poder tras el trono, por el aval político de que goza en sectores populares donde se cosecha abundancia de votos al estilo de las mafias que saben operar entre los ignorantes.
Lo demás ya lo sabemos. Al paso del tiempo el supuesto asqueroso lenón está siendo exonerado por las autoridades y la justicia se ha mostrado ciega ante tantas pruebas, pues Priscila Martínez dio su versión acerca de que se trataba de desprestigiar a su jefe, y fue contraria y muy distinta de las mujeres que ofrecieron su testimonio para hundir a Gutiérrez de la Torre Así es que colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Total un caso más de impunidad que tanto es.
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