México, D.F. / Junio 11.-
El estadio Azteca cumplió con la premisa de ser el mejor jugador mexicano en la historia, pero al cerrar las puertas, no se sintió esa sensación de victoria. Faltó mucho, no importa lo que diga el marcador (2-1 a favor del tricolor). A un año del Mundial, el andar de la Selección Nacional es una duda constante.
Porque la victoria ante Trinidad y Tobago era una obligación, pero los números que ha dejado el segundo partido ganado por México no convencen, solamente darán un poco más de tiempo en espera de algo mejor.
Los gestos de incredulidad con los que se sorprende a Javier Aguirre en el banquillo nacional, no están muy lejos de los que persisten en las tribunas. El técnico tricolor no entiende lo que ve. Las imprecisiones y constantes fallas superan el asombro natural del “Vasco” y cualquier otro.
Y aún así se aventó para animar o mover sus piezas. No le queda de otra. El técnico nacional marcó cinco movimientos con respecto a lo que presentó ante El Salvador. Un 4-3-3 que convirtió la primera parte en un monólogo que los verdes no lograron aprovechar, a pesar de la claridad que le dio el capitán Cuauhtémoc Blanco.
No se cumplía un minuto de juego, cuando Guillermo Franco marcó el primer tanto de la noche. Los verdes comenzaban bien con respecto a la ilusión del monstruo de la grada. Pero hasta ahí durante los primeros 45 minutos. Al cerco que levantó el cuadro trinitario se sumó la ineficacia de los atacantes nacionales, quienes a los ocho minutos de juego tuvieron cuatro opciones claras frente al meta Clayton Ince y apenas un gol.
Para rematar el papelón de la primera mitad, Hyden Tinto rompió la monotonía, tras pescar una de las pocas oportunidades que generó la escuadra caribeña y, en solitario, marcó el tanto del empate con el que el descanso se convirtió en una desilusión para la afición, en cuyos rostros se comenzó a derretir la esperanza.
Los abucheos con los que fue recibido el conjunto mexicano para el complemento no fueron de a gratis. Un derechazo de Óscar Rojas (48’) daría un vuelco al ánimo de la tribuna, que por instantes se volvió a entregar al Tri. El disparo del lateral, a más de 30 metros de la portería, sacudió el Azteca, le dio vida al gigante.
Cambio obligado por lesión de Miguel Sabah por Nery Castillo. Aguirre le dio juego a Alberto Medina, en lugar de Carlos Esquivel, de mediana presentación. Pero el intento del estratega por refrescar su banda derecha quedó sólo en eso. México ya no tuvo “punch” a la ofensiva; a 20 minutos del final, la gente se olvidó de la posible goleada.
Aguirre llamó a Giovani dos Santos desde lo más profundo de la banca y el chico lo intentó, pero se contagió: falla tras falla.
El Tri ganó, pero ni gustó, ni convenció, mucho menos goleó, y a doce meses del inicio de la Copa del Mundo en Sudáfrica, México no tiene nada seguro.
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