A sus tempranos dos años, Efraín comenzó a sentirse mal, la piel se le puso amarilla, el estómago comenzó a crecerle y a las dos semanas tuvo una infección en la garganta que agravó su precario estado de salud.
“Lo llevé al hospital y me dijeron que iba grave, con taquicardia, el hígado inflamado, manchas rojas en la piel, bajo en hemoglobina y plaquetas, y con un oído reventado”, relató Alma Rosa Razo Fuentes, la afligida madre de Efraín.
Le diagnosticaron leucemia aguda linfoblástica, cáncer en la sangre y en la médula ósea, el más común en los niños. De hecho es la segunda causa de muerte infantil, sólo superada por los accidentes, de acuerdo con un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Lo preocupante es que la tendencia va a la alza de pacientes con distintos carcinomas, manifestaciones de la enfermedad.
Los retinoblastomas (tumores en el ojo), la falta de alimentación y cuidados de la salud, son las principales razones que evitan una detección temprana y, por ese motivo, es considerada una “enfermedad de la pobreza”, explicó Armando Martínez Ávalos, miembro del Comité Académico de Oncología de la Unidad de Posgrado de la máxima casa de estudios.
Según el académico Carlos Torres Silva, el Registro Nacional de Tumores reporta, anualmente, cuatro mil nuevos casos de menores con algún mal referente.
Una buena noticia es que 80 por ciento de los infantes se recupera, aunque para ello es necesario acudir a una terapia integral que permita a los padres y enfermos, reincorporarse a la sociedad, y enfrentar la discriminación, que posiblemente sufrirán una vez que superen la patología.
La UNAM indicó que 40 por ciento de los niños curados tendrá que lidiar con las secuelas que generan las cirugías, la radioterapia, quimioterapia, y los transplantes de médula ósea, como infertilidad, alopecia o metástasis.
Enfermedad de la pobreza
El retinoblastoma, o cáncer de la pobreza, como lo refirió Martínez Ávalos, de la Facultad de Medicina, es de origen neonatal o congénito, y está asociado a dos teorías.
El primer supuesto dicta que se relaciona con una cepa del virus de papiloma humano, principal causa de muerte en mujeres mexicanas.
Por otra parte, se piensa que la deficiencia de zinc, en la gestación, aumenta la posibilidad de que el bebé adquiera la alteración, pues el elemento se encuentra principalmente en la carne, “alimento ausente en la dieta de las madres, por su alto costo”, agregó.
En el ámbito médico, se argumenta que el aumento en el número de menores con carcinomas se debe al crecimiento de la población, al ser inversamente proporcional por el número de habitantes; “sin embargo es tan alta la incidencia, que no se justifica la hipótesis”, cuestionó Martínez Ávalos.
Otros factores que provocan cáncer infantil son las emisiones de Rayos X y las ionizantes, como las radioterapias que se practican en los nosocomios de bajos recursos, de acuerdo con el especialista de la UNAM: “En hospitales pediátricos del país, no protegen los genitales de los niños cuando les aplican radiaciones, algo que no sucede en naciones desarrolladas” afirmó Martínez Ávalos.
Otra advertencia que no debe echarse en saco roto, es el peligro que representan los campos electromagnéticos, causantes de tumores infantiles. Los especialistas recomiendan que la distancia entre una subestación de energía y un ser humano debe ser cuando menos de seis metros.
Las baterías de los coches, las pilas, solventes y pinturas también constituyen riesgo.
Hoy, después de un año y cuatro meses de tratamiento, Efraín ha mostrado mejorías, recupero su peso, puede caminar, retomó su pigmentación normal, se le desinflamó el hígado, y la médula ósea se está limpiando.
Ahora Alma, la madre de Efraín, sabe que el carcinoma sí tiene cura; se considera afortunada. Muchas familias no lo saben y lo que es peor, algunos médicos tampoco, confunden y se confunden mientras el mal crece.
Discussion about this post