Cuando el mexicano siente el peso de la crisis económica sobre sus espaldas y mira con furor a sus autoridades federales, estatales y municipales, es lógico que lo hace por un clamor de justicia. El grito de desesperación tiene sentido si se toma en cuenta que nuestro país es rico por naturaleza, pero lo que ha fallado es la recta distribución de esa riqueza. Y no es de ahora, sino desde tiempos inmemoriales, pues cuando el barón de Humboldt visitó México a principios de 1800, lo primero que exclamó fue: “¡Cuánta desigualdad!”.
Agréguele usted a esa desigualdad, la galopante corrupción que nos ha azotado también desde la antigüedad, empezando por la rapiña de nuestros presidentes de la república, y entonces sabrá por qué México no ha alcanzado los altos niveles de bienestar que se merece si otras naciones con menos recursos naturales gozan de una prosperidad que les viene de la conducta moral de quienes administran con sabiduría lo que pertenece a todos.
Sin embargo, en ocasiones no miramos más allá de nuestras narices y aunque no debemos jamás de bajar los brazos en el reclamo de lo que nos corresponde y de una justicia distributiva acorde con nuestra riqueza natural, también vale la pena revisar la situación de otras regiones y sentir el punzante dolor que pende en la vida de los refugiados que huyen de la guerra y del genocidio en Siria, en Irak y en varios países africanos, donde aparecen repentinamente verdaderos orangutanes en la cúspide del poder al que llegan solamente a perseguir a sus rivales políticos o étnicos y a hacer de la suyas con el dinero.
Para no ir tan lejos, aquí tenemos a un vecino que se desangra en la calamidad de un líder mesiánico, sucesor de quien le enseñó el camino del odio al imperialismo y le hizo enarbolar la bandera del populismo ramplón, para combatir todo signo de capitalismo e impulsar la lucha de clases sin ningún miramiento. Hablamos de Venezuela y de su presidente Nicolás Maduro.
Para comprender el sufrimiento de estos hermanos sudamericanos basta con analizar el giro de su economía interna y detenernos en el rubro de su producción petrolera y su reserva de oro negro, que es la más alta del mundo.
Es una verdadera contradicción, pues, que su inflación llegará en este 2015 al 159 por ciento que los especialistas califican como un auténtico crimen ya que con esta cifra se manda al diablo el poder adquisitivo.
Y si le damos un repaso al mercado negro del dólar por las malas artes de Nicolás Maduro para manejar con sensatez una política de cambio de divisas, entonces no queda más que ponernos en los pies de los venezolanos y llegar a la conclusión de que no se puede ser tan feliz con los estantes vacíos en los supermercados en donde no hay ni rollos de papel higiénico y menos se encuentra en las farmacias los medicamentos más indispensables para la cura de enfermedades.
Sin embargo, las últimas denuncias contra el gobierno que tiene su sede en Caracas se refiere al allanamiento de las oficinas de los medios masivos opositores al gobierno de Nicolás Maduro, por acusarlos éste de tener vínculos con el impero norteamericano y sospechar que están orquestando la crisis para tumbarlo del poder.
Las demandas judiciales por difamación y la falta de papel periódico, así como los ataques en contra de los periodistas que no se alinean a su dictado, son una clara violación a la libertad de prensa y de expresión, además de constituir una represión oficial a la disidencia. Por eso vemos que los diarios opositores tienen menos páginas, su tiraje se ha reducido y algunos inclusive han eliminado sus ediciones impresas en los últimos dos años al no conseguir fácilmente el papel prensa, pues éste forma parte de un monopolio al concentrar Nicolás Maduro su distribución en manos de una empresa estatal y al bloquear la entrega de dólares para que los periódicos críticos a su gestión puedan conseguir el insumo de manera alterna.
Ya se sabe que desde los tiempos de Hugo Chávez Radio Caracas Televisión perdió en 2007 la concesión, y hoy los conductores de programas radiales que critican a la policía o a cualquier autoridad como Diosdado Cabello, presidente del Congreso, también están en la mira de ser sancionados.
Pobres venezolanos, en serio. Porque los pobres, como en México más de 60 millones, pasan hambre y sufren carencias con un sueldo deteriorado, pero por lo menos aquí nos podemos desahogar con toda libertad, y a veces con libertinaje, y aunque la desigualdad nos pesa, por lo menos no tenemos desabasto de materia prima para la información cotidiana ni faltan los alimentos de primera necesidad en los estantes ni medicinas en las farmacias, aunque su costo se exorbitante.
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