México, D.F.-
Héctor Reyes, productor de Tupornmex, asegura que cada mes tiene contacto con unos 50 muchachos que quieren sumarse a su elenco.
Las mujeres, no obstante, son las menos: acaso unas cuatro o cinco por mes, algunas son estudiantes y otras amas de casa, como Raquel, quien ya se prepara para el casting que está a punto de realizar.
El productor advierte que la condición que exige no es el físico, sino que quieran vivir una experiencia desinhibida. Sus cortos son de media hora corrida. A los hombres les paga 800 pesos por secuencia y a las mujeres 2 mil 500.
A ellas les hace una entrevista previa: “Yo les pregunto por qué quieren hacerlo, y si me dicen que para comprar la leche de sus niños, no las acepto”.
Esta tarde, Raquel no va a cambiar pañales ni a planchar las camisas del marido. El ama de casa de 23 años y cabellera azabache se puso pegada a su piel morena la ropa interior de encaje color rosa mexicano, la falda corta, la blusa escotada, los tacones altos con plataforma, el maquillaje de fiesta.
Es un día significativo para la madre de una niña y esposa de un oficinista: hoy es su primer casting como actriz porno amateur. No lo hace por dinero, sino por gusto.
La mujer viajó con su marido desde su casa en el norte de la ciudad de México hasta el departamento de la colonia Portales, una vivienda acondicionada improvisadamente como set de la productora Tupornmex. La pareja está en el ambiente swinger y ahora se adentra en una moda emergente: el de la actuación porno hecha por gente común.
Se sientan en un sillón al lado de un love seat cubierto con gasa blanca y frente a un mueble de forro sintético negro y de curvatura ondulada en el que se lee impreso: “Sillón Kamasutra”. En medio de la sala hay una cámara profesional montada en un tripié.
Raquel luce pulcra y expectante. El marido le toma la mano. Tienen cuatro años de casados. El hombre no actuará, sólo grabará la prueba de su mujer con su celular. Antes de que empiece la sesión, ella pide el antifaz rosado, de entre varios expuestos en una mesa, y se cubre el rostro. “Estoy nerviosa”, comenta con cierta timidez. Y dice que le gusta que su marido la vea ahí.
El casting consistirá en que ella tendrá sexo en vivo con otro debutante porno: Axel, un joven músico, impecable, que espera al lado de la cocina con inquietud.
El productor, director, camarógrafo y anfitrión, Héctor Reyes, instruye a los iniciados sobre la importancia de establecer un diálogo coqueto, el uso obligado del condón y que pongan atención a los encuadres de la cámara.
Los apremia: “¡Échenle toda la actitud del mundo!”.
Nadie gritó “¡Acción!” cuando Raquel y Axel comenzaron a besarse en el sillón de gasa blanca. El cuerpo de Raquel no es como el de las actrices profesionales que aparecen en las películas para adultos. Ella tiene un cuerpo parecido al de muchas mexicanas. Lo que el porno amateur exige, pues.
La secuencia en los dos sillones duró media hora de corrido. Esa tarde nacían dos artistas más del elenco de Tupornmex.
Raquel y Axel se sumaban de esta manera a gente convencional, de distinta clase social e intelectualidad, que en México se apropia del cine para adultos a través de producciones amateur, videos caseros subidos a portales gratuitos de internet, chats de ofertantes con cuerpos diversos y expresiones artísticas del llamado postporno o pornofeminismo.
Producción nacional
Por increíble que parezca, las filmaciones nacionales de este rubro fueron casi inexistente en el siglo pasado, dice Jorge Grajales, especialista en historia de la pornografía en México; y como industria, si se le puede considerar así, nació hace una década y comprende a una docena de casas productoras independientes, de las cuales 70% son de corte gay.
“Decir que hay una industria porno cinematográfica en México es aventurado”, explica Grajales. “Hay, sí, productores que tienen pequeñas empresas, pero como decimos por ahí: una golondrina no hace verano”.
El investigador asevera que el cine tres equis en el país nació en la época porfiriana: “En 1905 un personaje llamado Arturo Arturraza consiguió una cámara y rodaba en Puebla el acto sexual de parejas que iban a una casa de huéspedes y las pasaba en el cinema Venecia, que estaba atrás del Palacio de Bellas Artes”.
En la Filmoteca de la UNAM se preserva una treintena de cortometrajes tres equis de las décadas de los años 20 a los 40. Uno de los primeros fue “El sueño de Fray Vergaza”, que narraba los sueños eróticos de un fraile con tintes homosexuales. Estos cortos eran expresiones “muy subversivas, en contra de las costumbres tradicionales”.
Hasta fines de los 80 surgieron dos intentos aislados de hacer cine porno. El director Arturo Robles Vázquez grabó “Las profesoras del amor”, que se presentó hasta 1993, y luego “Traficantes de sexo”.
Si bien “en las leyes cinematográficas no existía censura a este tipo de materiales, nadie se aventaba a hacerlo”, dice Grajales.
En los 90 hubo “un pequeño viso de pornografía amateur con la llegada del video”, porque la revista “Tu mejor maestro” convocó a la gente a “mandar sus videos con la promesa de que el mejor se iba a vender”.
En su opinión, la incipiente industria nacional surgió en 2004 con la película gay “La putiza”, de Gerardo Delgado, desarrollada entre enmascarados de la lucha libre, ganadora del premio Heatgay de Barcelona. Luego vino la segunda parte: “La verganza”.
Grajales comenta que con la extensión del uso de internet y de cámaras de video ligeras y celulares, cobró impulso reciente la propuesta de cine porno amateur.
Hecho en México
En un restaurante exclusivo de la colonia Condesa, el título nobiliario de “chef residente” le pertenece a Gerardo Delgado, especializado en cocina antigua francesa del Segundo Imperio y en platillos españoles de la época porfirista.
El chef de aire aristocrático suele portar su distinguido traje color negro y con motivos prehispánicos, diseñado por la prestigiada firma Pineda Covalin.
Este autor de 11 libros de gastronomía es el primer pornógrafo gay de México, creador de varias películas y cofundador de una productora gay.
El empresario conocido como “El Diablo” constata el diversificado interés gay, sobre todo entre los jóvenes de 18 a 22 años, por participar en el porno amateur: dice que a sus castings van estudiantes de la Escuela Libre de Derecho, de la Universidad Iberoamericana, de la UNAM, artistas, pintores e incluso un cantante de ópera que se presentó en el Carnegie Hall. “Y la mayoría no lo hace por dinero”, asegura “El Diablo”.
Como evidencia dice que de sus castings ya hizo las películas “Selección mexicana” 1, 2 y 3. A quienes elige como actores les paga alrededor de 6 mil pesos por película.
En la red hay un abanico de portales gratuitos con la categoría de porno amateur, en los que las personas suben sus propios videos.
Desde la página odiosas.com.mx respondieron vía internet que el éxito del porno amateur es que muestra cuerpos reales.
“Una persona o pareja quieren lo mismo: ser vistos, admirados, comentados”, explican desde el portal. “Un hombre quiere ser alabado y reconocido como el mejor en el sexo y una mujer quiere sentirse deseada por los demás”.
En el mensaje se afirma que en 2013 tuvieron 3 millones de visitas, de las cuales las de mujeres se incrementaron de 20% a 40%. Y amplía: “Poco a poco las mujeres se han acercado al porno amateur con fotos, grabando sus propios videos o hasta dejando que sus esposos las graben con alguien más, y éstos son bastante populares”.
Pornofeminismo
Paralelamente, en otro ámbito mexicano, un grupo de artistas se ha unido a una corriente en Occidente llamada pornofeminismo o postporno, que ve a la pornografía de forma crítica para apropiársela.
El artista Bruno Cuervo, cofundador del proyecto Carnesí, explica que cuestionan los estereotipos de género, clase y raza de la pornografía convencional a través de videos, performance, ciclos de cine, exposiciones y conferencias.
Las críticas principales son “la violencia que se ejerce sobre el cuerpo femenino y cómo se explota para el ojo masculino, el excluir a ciertas razas y que el hombre tenga que ser brutal”.
Cuervo considera que la emergencia del video amateur ha cambiado los modelos de consumo del porno comercial y también ha originado una oleada de publicaciones y fanzines independientes.
La videoartista Mirushka Slava comenta que desde hace cinco años el postporno tiene impulsores en España, Argentina, Chile y México, pero aún es una corriente pequeña.
Pero opina que ni este movimiento ni el cine tres equis amateur pondrán en crisis a la industria porno convencional. “Tienen estrategias muy potentes, van a seguir encontrando maneras de producir lo suyo y habrá quien lo consuma”, dice.
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