Cd. de México.-
En la 42 entrega de los premios Grammy de 2000 si algo quedó para la posteridad, además de las ocho estatuillas que obtuvo Santana con su álbum “Supernatural”, fue el escandaloso vestido verde de Versace que Jennifer Lopez usó en la ceremonia y que le dio la vuelta al mundo.
La desinhibida prenda que JLo lució en esa gala del Staples Center de Los Ángeles, puso su rostro y cuerpo en todos los medios y, además, dejó claro que la atrevida “Diva del Bronx” tenía una indudable anatomía de infarto.
Paradójicamente el atuendo que la encumbró nunca fue del agrado de la actriz, quien, por primera vez, reconoció que la elección no llegó a convencerle del todo y estuvo pensando en otras opciones para desfilar en la “red carpet” de los gramófonos.
“Para ser totalmente sincera, cuando llegué a la alfombra roja todavía pensaba que el vestido no era el mejor que podía haber llevado. Esto es algo que jamás había dicho”, confesó al portal The Hollywood Reporter, destacando que jamás se imaginó la repercusión que tendría su presencia en la ceremonia.
Pero de lo que sí ha estado siempre convencida, es de la importancia que han tenido sus primeros trabajos fílmicos a la hora de “romper moldes” sobre la concepción que Hollywood otorga al físico, ya que ella fue una de las primeras actrices “con curvas” en recibir papeles dramáticos.
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