Germán Villa y otros jugadores del América han manifestado desconocer cuál es el mal que los aqueja desde hace varios meses.
No obstante, el capitán de las Águilas reconoce un “notable bajón” después de recibir la primera anotación en un partido… Y es justo ahí donde nace la enfermedad que padecen los azulcrema.
“Lo que le puede ocurrir a un jugador es que, efectivamente, haya un desánimo cuando reciben el primer gol”, explica José Padua, egresado de la Facultad de Sicología de la UNAM y creador de la teoría de la mente llamada Narrativa Existencial, entrevistado vía telefónica.
“El desánimo que siente el jugador del América es una especie de desesperanza aprendida, que se manifiesta en sensaciones físicas reales”, agrega el especialista. “Por ejemplo, pueden sentir pesadez en los músculos y eso es tan claro que pueden llegar a reaccionar más lentamente”.
Lo que provoca que los pupilos de Ramón Díaz no rindan al máximo, por más que lo deseen.
“Sí, piensas que vas a ganar, pero estás muy lento y poco atento”, menciona Padua.
Aunque la problemática americanista no se resume a esto.
El especialista considera que el equipo ha entrado en una especie de “zona de desconfianza”.
“Es una cuestión de actitud que puede influir en la fisiología real”, externa. “Esta reacción, que la siente cada jugador, está sostenida por la respuesta grupal; es decir, el grupo confirma las expectativas de que son malos, culpándose unos a otros y —al mismo tiempo— sentir que uno mismo hace bien las cosas, pero tiene una enorme desconfianza, así es que, los diálogos internos de los propios jugadores suelen ser derrotistas y criticar a los compañeros”.
“Eso, en lugar de ayudar al grupo, lo perjudica claramente”, complementa.
Además, la cadena de malos resultados que arrastran desde hace varios meses les impide estar totalmente concentrados en lo que deben, por lo que son más vulnerables.
“El futbol, como cualquier deporte profesional o de alto rendimiento, requiere una gran concentración mental”, explica Padua. “Están en la zona del perdedor”.
“Lo que le está pasando al América es lo opuesto a la zona de óptimo rendimiento”, agrega. “En la conciencia, lo que ocurre es que borras al estadio y no oyes las porras, solamente ves el balón y a los jugadores. Es como si ecualizaras diferente”.
“Los jugadores del América están muy atentos a sus reacciones y menos concentrados al juego, están mal ecualizados, lo que los pone en una zona de bajo rendimiento”, diagnostica. “Al mismo tiempo, la presión los hace sentirse más inseguros, porque los pone más tensos y estamos hablando de reacciones musculares, no de otro tipo”.
Lo que genera que no estén seguros de sí mismos, ni siquiera cuando están al frente en el marcador, como les sucedió ante el Morelia, Chiapas y Atlas, equipos a los que estaban derrotando y terminaron arrancándoles puntos.
“La mentalidad del jugador puede sentir que no va a resistir todo el tiempo, les puede pesar el marcador”, asegura el especialista. “Van ganando y bajan el rendimiento porque sienten que ya hicieron las cosas. Cuando ocurre esto, tú metes uno o dos goles y ya quisieras que terminara el partido. Esa sola idea te debilita físicamente”.
“El problema es que el pensamiento tiene una incidencia sobre el cuerpo”, expresa. “En realidad, ese tipo de equipos —en el fondo— no creen que van a ganar; es lo que le está pasando al América”, cuyo mal se ha vuelto crónico.
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