Conté hasta cien varios días; le recordé mil veces el 10 de mayo; tomaba aire una y otra vez; mis quijadas casi quedan selladas del coraje. Al final, aconsejado por personas cercanas, tuve que pagarle al multimillonario y abusivo Carlos Slim la factura de mi celular por 4 mil 551 pesos.
Pero no descarto, cuando mi mente esté mas despejada, planear una ofensiva legal contra el dueño de Telcel porque no se vale que abuse de miles y miles de clientes como quien escribe, que pospuse demandarlo ante Profeco porque no quise perder mi tiempo.
Recordé a mi compañero de trabajo, Gerardo Ramos Minor, quien hizo el coraje de su vida cuando la CFE le facturó casi 9 mil pesos por un bimestre. Y perdió -además de una buena parte de la funcionalidad de su hígado seguramente y todavía ni se entera-, días y días; horas y horas, en inútiles citas en la Procuraduría Federal del Consumidor.
Slim y la CFE son lo mismo: vampiros insaciables, uno privado y el otro público, que sangran a los mexicanos cuando se les pega la gana hacerlo, dejándolos con deudas monstruosas porque la Profeco, al final de un rosario de audiencias, falló en su contra.
Claro, creer que ese organismo dictaminará contra Slim y le dará la razón al afectado, es una estupidez mental. Por eso México necesita una verdadera sacudida, porque los poderosos tienen arrodillados a los que menos tienen.
Es abominable que nuestro país, lleno de riquezas como el petróleo, sume casi 60 millones de personas pobres o extremos pobres, quienes despiertan sin garantía de comer. Con ellos me solidarizo.
Porque son las víctimas más vulnerables de la voracidad de la clase empresarial. De obreros o burócratas que ganan el salario mínimo o por encima, pero tienen aparatos de telefonía móviles con precios que superan los diez mil pesos… y a crédito.
Y como Telcel los (nos) tiene de rehenes, nos convencen para prolongar nuestros contratos con nuevos planes más atractivos, para así evitar migrar a otras compañías que, gracias a Dios, empiezan a competirle y restarle clientes al señor Slim.
Quizá hoy perdí 4 mil 551 pesos, pero cuando en 2018 abramos los ojos y tengamos una verdadera oferta de cambio, sea con Andrés Manuel López Obrador o Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, espero ver a los políticos y los empresarios abusivos juntos en una cárcel acusados del más grave delito: joderse a los mexicanos.