Es domingo y me disponía a escribir esta columna acerca de las muertes, cada vez más frecuentes, de delfines y pelicanos en Playa Bagdad, documentadas en las fotos que mi amigo Enrique Ibarra me hizo llegar. Y me disponía a abrir el MSM para observar de nuevo el triste espectáculo, cuando llama mi atención un correo de mi amiga la Dra. Silvia Guerra con el provocador titulo: DINAMARCA UNA VERGÜENZA.
Es del dominio público que Dinamarca goza del prestigio de ser una da las naciones más civilizadas del mundo, no sólo por el alto nivel de vida y el respeto a las libertades ciudadanas que ostentan sino por su reiterada filiación a las mejores causas humanitarias y de la cultura. Las fotos que se anexan a este artículo testimonian lo contrario.
Vamos par partes.
De la bestialidad del ser humano hay pruebas contundentes y cotidianas. La masacre que estamos viviendo en México por el control del crimen organizado, las 42 o 44 guerras que se libran actualmente en todo el planeta, tanto por el control del mercado de las drogas como por el de los energéticos; la voracidad e injusticia intrínseca del sistema capitalista y su expresión globalizadora. La rapacidad de las empresas multinacionales contra la naturaleza y todos los crímenes grandes y pequeños que cometemos contra los otros y contra nosotros mismos, serían algunos de los ejemplos de los cuales la historia humana está plagada.
Como apuntaba en las primeras líneas de esta columna, Enrique Ibarra me envió fotos de los cadáveres de pelícanos y delfines que han estado rebalsando en Playa Bagdad. Al inquirirlo acerca de su teoría de lo que estaba sucediendo, me explicó que frente a las playas estaba pescando nuestra rudimentaria flota pesquera, en cuyos anquilosados aparejos se atoran tanto pelícanos como delfines, los cuales son sacrificados a palos para ser tirados al mar, el mismo que los devuelve hasta la playa para entregarnos la evidencia del crimen.
Son fotos tristes que dan cuenta de la miseria económica, moral y espiritual que oprime a nuestro pueblo, fotos de un país del tercer mundo en donde las carencias de todo tipo dan significado a los sucesos y a las cosas. Muy distintas a la fotos que me envía la doctora Guerra, de un país al que creíamos civilizado y que resulta en este sentido más atrasado y salvaje que el nuestro. Con ello no quiero justificar la irresponsabilidad de nuestros pescadores. Es circunstancial que ambas realidades vayan juntas en esta columna, pero ambas nos hablan de lo mismo. Nuestra profunda ignorancia para entender al mundo.
La fotos llegadas de las islas Feroe nos muestran un ritual que año con año realizan los adolescentes para celebrar su arribo a la edad adulta. Para ello sacrifican de la manera más brutal a cientos de Calderones, una especie de delfín reputado como inteligentísimo y que se acerca al hombre por curiosidad. Insisto, no se trata de hacer comparaciones y con ello encontrar una justificación. Se trata de comprender un modo de percibir y pensar al mundo y a la naturaleza que nos esta llevando a todos hacia el fin de las especies, incluida la nuestra.
Son muchos los flagelos que azotan a la humanidad y el 95% son creados por esa misma humanidad que se mira a sí misma como la cúspide de la creación. Solamente dos de ellos son naturales, la enfermedad y la muerte. A la enfermedad le hemos agregado un sin fin de variantes producto de nuestra manera de enfocar el desarrollo. Tanto las que provocan la abundancia, como las que produce la miseria. La muerte no es por si misma un flagelo y muchas veces constituye una bendición, sobre todo cuando se ha vivido de una manera honorable y se llega a la conclusión del ciclo con la satisfacción de haber realizado lo que a uno le pareció que debería ser la vida.
Todas las otras formas del sufrimiento son los inventos que la mente humana se ha procurado para evadir la paz interior, la conformidad y esa forma perenne de la alegría que es la felicidad. Son formas que surgen de los apegos a las pulsiones inferiores, la envidia, la vanidad, el odio, la avaricia, el egoísmo, los celos y todas las formas de la vana gloria a que propende nuestra sociedad y la idea del mundo que fomenta.
Es triste reconocer que una columna puede hacer muy poco ante la magnitud de la estupidez humana y la falta de valor civil que caracteriza a nuestra época, sobre todo porque el miedo está de lado de la sinrazón y no hay temor en las bestias que hacen del salvajismo una respuesta “natural” a los impulsos cotidianos, sean estos producto del atraso y la miseria o de formas rituales realizadas en la abundancia.
Se Anexan fotos.
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