La historia de un poblano que llegó a Brasil en bici, nos da más esperanza y fe en nuestra selección.
Bien dicen que todo pasa cuando debe pasar y estos días no han sido la excepción. Es sabido por todos los mexicanos que la selección entró de “panzazo” al Mundial y que, honestamente, teníamos más esperanzas en la carrera artística de Flavio César que en el paso del tri a octavos de final. Como una cachetada con guante blanco, el equipo tricolor dejó todo en la cancha y nos entregó probablemente el partido más emocionante, estresante y divertido que nos han brindado en mucho tiempo y esto fue para muchos aficionados una inyección de energía.
Si bien los fanáticos de hueso colorado del equipo mexicano siempre estarán al pie del cañón, existen algunos aficionados cuya pasión va más allá de lo cotidiano.
Tal es la historia de Sergio Espinosa.
Originario del Estado de Puebla. Recorrió poco más de 12 mil kilómetros en bicicleta (de Puebla a Brasil) con el simple afán de ver jugar a la selección. (¡¿Quééé?!) Así como lo leyeron amigos lectores, este fanático del futbol cruzó sierras, montañas, cordilleras y ciudades peligrosas en una bici, con nada más que la ropa que traía puesta, dos cambios de llanta, desodorante, pasta y cepillo de dientes, pasaporte y mucho talco (por aquello de las rozaduras) en una pequeña bolsa. La historia comenzó el 1 de marzo donde, despedido por su familia y sus amigos, Sergio empezó a pedalear con nada más que carretera de frente. Durante tres largos meses (después de haber bajado ocho kilos y 32 mosquitos tragados en el camino) Sergio llegó a Brasil para comenzar a disfrutar del ambiente mundialista que aquí se vive.
Si bien al verlo no podemos distinguir al deportista extremo, al físico torneado o al ciclista experimentado, sí podemos ver la pasión y la entrega en sus ojos que al contarme todo esto, me llena de emoción y de orgullo escucharlo.
La vida es una carrera que no se detiene. Para algunas personas como Sergio, la bici fue una terapia para seguir trabajando en su alcoholismo y que lo llevó hasta Brasil; para otros la vida es una bicicleta que jamás comienza a andar por pretextos, justificaciones o simplemente por flojera de pedalear.
Hagamos que la bicicleta de nuestra vida jamás se detenga, que las distancias recorridas sean experiencias para crecer y que, como la Selección mexicana nos ha demostrado, jamás dejemos de creer en nosotros mismos.
4,3,2,1 ¡Clarketazo!
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