Crecí con la música de Juan Gabriel por mi mamá Angelita quien, allá por 1973 cuando llegamos a vivir a Matamoros, Tamaulipas, escuchaba sus canciones en las estaciones de radio.
Dos años antes, según la biografía del cantante nacido en Parácuaro, Michoacán pero juarense por adopción, comenzó su carrera que de opaca rápidamente se convirtió en brillante. Juanga, de esa manera, empezó a tener luz propia.
Recuerdo que “En esta primavera” abundaban en las radiodifusoras los concursos para ganarse un disco de 45 revoluciones, y como en la casa no teníamos línea telefónica corríamos a una cabina para responder a la pregunta del locutor.
Así empezamos a coleccionar discos sencillos, pero no teníamos una consola o toca-discos para oírlos. La verdad se me escapa de la mente cómo y cuándo mi madre compró el primer aparato, y sólo nos decía: “Será mañana o pasado mañana… No tengo dinero”.
En una televisión blanco y negro veíamos al canta-autor participar en el Festival OTI. En “La Frontera” del norte de Tamaulipas cada fin de semana era costumbre ver el programa Siempre en Domingo con Raúl Velasco y rezar para que saliera Juanga.
“Se me olvidó otra vez”, le decía a mi mamá, cuando dejaba de hacer la tarea de matemáticas porque los domingos eran de fútbol a las doce del mediodía y del maratón musical de cinco a diez de la noche.
“Te lo pido por favor”, me contestaba ella, una sencilla y honesta empleada del Servicio Postal Mexicano que, seguramente, estaba enamorada de Juan Gabriel. Y para terminar con las recriminaciones le atajaba: “No discutamos… Te sigo amando”.
Una vez, cuando en la secundaria de Matamoros mis calificaciones no fueron las que deseaba, llegué cabizbajo donde estaba sentada y le dije: “He venido a pedirte perdón”.
“Pero qué necesidad” de recibir un regaño de mi madre Angelita. La verdad es que a los 12 años estaba anonadado de la belleza de una niña compañera de la escuela que me desconcentraba en los estudios. Y le prometí: “No me vuelvo a enamorar… No vale la pena”.
Pasaron los años y Juanga siguió escribiendo canciones, una de ellas dedicada a su amada Ciudad Juárez, Chihuahua, donde la calificada como “la number (número) uno”. Consciente que también él en su corta trayectoria era ya “the number one”.