Jaime Rodríguez Calderón tiene pocos días para remontar la opinión reprobatoria que tiene la ciudadanía de Nuevo León a su gestión. Un primer ex funcionario del pasado gobierno medinista en la cárcel podría subir su calificación de 5 a 7.
“Quise ser gobernador porque estoy dispuesto a poner todo mi espíritu para mejorar la vida de la gente; de eso se trata gobernar”, dijo “El Bronco” en la toma de protesta en el Congreso del Estado el 3 de octubre el año pasado.
Y seguramente de pocos a muchos pasó el número de los ciudadanos que dudaron de sus buenas intenciones cuando transcurrieron los primeros meses y la justicia no sentaba en el banquillo de los acusados a su antecesor, Rodrigo Medina de la Cruz.
En sus redes sociales entró y salió el invierno de 2015; empezó y terminó la primavera de 2016… y la fiesta por el histórico triunfo de Rodríguez Calderón no tenía fin. Pero en los hogares de Nuevo León faltaba que se escuchara el duro golpe del martillo sobre la mesa.
Un grupo de ex funcionarios del pasado sexenio, sospechosos de estar involucrados en actos ilícitos, también estaban de fiesta porque la principal promesa de “El Bronco” de meterlos al Topo Chico, junto con el papá de Medina de la Cruz, no tenía para cuándo.
Ese tortuguismo de Fiscalía Anticorrupción cobraba su factura en la desaprobación del primer gobierno independiente en México, reflejada en mayo pasado en una primera encuesta de Hora Cero con 5.3 de calificación, misma que días después fue avalada por El Norte.
Rodríguez Calderón se propuso incrementar su aprobación apostando a una acción mediática, sentar ante el juez al ex gobernador acusado de varios delitos, entre ellos el último que le queda: uso indebido de funciones.
Pese a resultados positivos como el buen manejo de la deuda, avalada por la SHCP y firmas internacionales; la reducción de la nómina y quitar privilegios a funcionarios de primer nivel, la evaluación al actual gobierno no crecía.
Su cercanía con las televisoras, contrario a su grito de guerra durante su exitosa y victoriosa campaña de “nunca más dinero a Televisa, Multimedios y TV Azteca,”, sembró la semilla de la sospecha de que ya estaba arreglado con quienes desearon su derrota.
Sospechas de corrupción en su gobierno lo obligaron a deshacerse de Rogelio Benavides Pintos, en una renuncia con tufo de despido. Y la dimisión de don Fernando Elizondo Barragán, inminente por algunos dentro de su círculo rojo, le sigue dando el voto de confianza en la influyente clase empresarial de Nuevo León.
“El Bronco” también entendió que en su primer año debía dar resultados en su Estado tan agraviado por el gobierno anterior, y no tener su mente en la posibilidad de ser candidato presidencial independiente en las elecciones de 2018. Una distracción que castiga.
Su confrontación con el poder legislativo ha distraído también a Rodríguez Calderón, aunque con resultados a favor como sumar para su establo de independientes, entre ellas, la diputada panista Karina Barrón, quien abiertamente declaró sus aspiraciones a la alcaldía de Monterrey.
Desde su casa en García siguió las elecciones del 5 de junio pasado donde los candidatos independientes a gobernador en Chihuahua y Puebla demostraron que “Bronco sólo hay uno”, ese que despacha en Palacio de Gobierno, porque uno por uno todos perdieron.
Ante ese escenario de eventos agridulces Rodríguez Calderón llegará al 3 de octubre de 2016 a soplarle a la primera velita de su pastel morado, los colores de la cacaraqueada independencia de Nuevo León.
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