La despedida ha comenzado y nadie quiere quedarse sin decirle adiós a Yankee Stadium. Ni siquiera los revendedores.
Con la temporada de los Yanquis prácticamente bajo tierra, lo único que mueve a los neoyorquinos es aferrarse a lo que todavía pueden ver. Aunque no por mucho tiempo.
Sólo tres juegos de vida y el corazón de la casa que Babe Ruth ayudó a construir dejará de latir.
No había manera de ponerle precio a una despedida de algo tan simbólico, tan añorado y tan histórico. Cual fuera el precio, bien valía la pena pagarlo.
Boletos de 25 dólares, en 60. Los de 50 en 100 y los de 100… bueno, de esos ni los revendedores tenían.
Para la serie contra Baltimore los precios en reventa por internet ya están arriba de los mil 200 dólares; incluso hay algunos de mil 800. Pero todo es cosa de saberse manejar, pues se pueden conseguir también algunos por la módica cantidad de 200 dólares.
Este jueves, minutos antes del duelo ante los Medias Blancas de Chicago, la gente seguía buscando la manera de conseguir un boleto. Pero conseguir una entrada era casi imposible. Dos o más era lo mínimo requerido.
El dinero no era problema. Se desembolsaba con una sonrisa prácticamente infantil. El ambiente así lo ameritaba.
El aroma de los hot dogs, que también iniciaban la despedida a su lugar de nacimiento, al menos con ese nombre, inundaba el lugar mientras marejadas de Derek Jeter en distintos modelos y colores, incluso lenguajes, se apresuraban a la entrada para disfrutar por última ocasión de lo que también fue su casa.
La casa de Ruth, la casa de Mantle, Gehrig, Jeter y Rizzuto. La casa de todos. Literalmente.
Los boletos para el juego del domingo, aún no estaban disponibles con su revendedor de confianza (o ¿desconfianza?). Pero sólo bastaba un “Llámame” para respirar con alivio y estar presentes cuando se registre el último out en 85 años de vida.
Nadie se queda afuera. Eso parecía un hecho. Hasta los revendedores, esos insaciables monstruos que arruinan eventos deportivos y que no pueden prestarle menor importancia al espectáculo con tal de generar un poco de ganancia, parecían conscientes de la magnitud.
Solo 10 minutos después de haberse cantado el playbol, los boletos de 60 estaban en 40, los de 40 en 30 y los de 30 en 15.
A partir de este viernes la melancolía llegará a su clímax en el Bronx, lo que alguna vez parecía imposible ocurrirá, el Yankee Stadium se despide ya.
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