El triunfo de anoche tal vez sea el último que consigan los Yanquis de Nueva York en su casa y eso es una idea que los aterra.
Pero el miedo y la nostalgia se funden en una mirada. El césped verde delimitado por una fina arcilla, dejará de ser el diamante más famoso del beisbol y se convertirá en un parque público, dejando de lado historia, logros, figuras, marcas, leyendas… aura y mística.
Aura y mística que dejó Babe Ruth y que ayudó a los Yanquis, en vida o espíritu, a ganar 26 Series Mundiales, encogiendo al resto de la competencia.
Y mientras “Enter Sadman” de Metallica, entona sus últimas notas anunciando el arribo de Mariano Rivera a la loma, el miedo vuelve a surgir. ¿Será la última vez que lo vean aquí?
Y mientras tanto Mariano, siempre indomable con el juego en la línea domina a Brian Roberts para consumar el triunfo de 3-2, comandado por una sólida actuación en la loma de Carl Pavano y el cuadrangular solitario de Robinson Cano.
Y a pesar de la victoria, en la tribuna hay miedo. Pero una persona llama la atención, su temor es distinto al del resto de los presentes.
Bill Thomas y su esposa Denise están en la grada, con boletos de 40 dólares por los que pagó la “módica” cantidad de 350.
Bill, de unos 60 años, pelo cano, amarrado en una coleta, no es Yankee a muerte, ni siquiera es neoyorquino. Es sólo uno de tantos enamorados del beisbol, de su historia y su nostalgia, y como fiel enamorado viene a hacerle una visita a una de sus amadas.
Vino desde Detroit exclusivamente para estos tres encuentros, sus tres primeros en Yankee Stadium. Su temor es que “La casa que Babe Ruth construyó”, aura y mística incluida, sean derribadas como le pasó a su adorado Tiger Stadium, “La Casa que Ty Cobb construyó”.
“Ambos comparten tantas cosas, tanta historia”, dijo. “Y no quisiera que este lugar terminara así. Pasamos años peleando por salvar al Tiger Stadium y ahora está derribado. Sería una lástima”.
Pero es la triste realidad. Yankee Stadium agoniza. Su despedida, comenzó con un triunfo y culminó como de costumbre, con Mariano Rivera los brazos en alto y Frank Sinatra entonando en las bocinas “New York, New York”.
Y la afición contenta, olivando, o más bien, no queriendo recordar que solo tendrán dos oportunidades más de salir así de este lugar.
Hoy, Bill , ferviente seguidor de los Tigres, se contagia de la historia contenida aquí durante 85 años. Emula con una mirada el famoso discurso de despedida de Gehrig.
“Hoy, soy el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra”.
Bill y unas 57 mil personas más, aunque no lo quieran admitir.
Lo impensable está sucediendo. El aura y la mística, y todo el Yankee Stadium, agonizan.
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