Diego Armando Maradona cautivó a los asistentes a una conferencia de prensa en esta ciudad del caribe mexicano, donde hizo un viaje retrospectivo por el futbol y su persona, su cuestionada, pero históricamente atractiva persona.
Ante unas 200 personas, el “Pelusa” habló de todo, hasta del hecho de que próximamente será abuelo, de lo “mal” que juega la selección a la que hizo campeona del mundo en 1986, del cese de su alguna vez rival Hugo Sánchez del mando del representativo mexicano, y de la mano, aquella mano, según él, de Dios.
No importó que hiciera esperar a los presentes por exactamente 45 minutos, tampoco el desenfado con el que se presentó, ni el hecho de que esté muy lejos de su mejor forma para jugar “showball” hoy en esta ciudad de la Península de Yucatán.
A su salida por una puerta lateral del salón en el que ofreció la conferencia, y donde el tiempo pareció congelarse unos segundos, una cascada de aplausos fue la simultánea expresión de perdón y agradecimiento de los asistentes, entre ellos periodistas, fotógrafos, jugadores, fans y niños.
“Vamos a dejar la piel para que toda la gente se divierta mañana (hoy)”, comentó sobre el partido de este sábado en el que se enfrentarán los seleccionados de México y Argentina.
Totalmente simétrico en su personalidad, con un par de aretes, uno en cada oreja, relojes en ambas manos y vivos grisáceos en cada costado de su azul playera y pantalones bombachos deportivos, “El 10” argentino demostró mantener su elocuencia y vivacidad a la hora de hablar.
Al ser cuestionado sobre el hecho de que una de sus hijas será próximamente madre, el mítico personaje, admitió un poco reacio: “Me produce gran felicidad, mi hija va a ser madre, y sí, estoy muy feliz, aunque los niños son una gran responsabilidad.
Es una decisión de ella y para mí está bien, agregó ante ese futuro alumbramiento del que será su primer sucesor en el siglo XXI.
En su opinión y pese al hecho de haber llegado a lo más alto a lo que un deportista y un símbolo nacional puede aspirar, él jamás ha dejado de ser un tipo del pueblo, nunca ha cambiado y tampoco quiere echarse encima la responsabilidad de ser un ejemplo.
“Cometí errores (no precisó cuáles, aunque todos los conocen) y asumo sus consecuencias, pero no, no quiero ser ejemplo de nadie, siempre fui (parte) de la gente”, afirmó en el centro del presidium, como si fuera uno más de aquellos descamisados, defensores de las causas populares en la Argentina del siglo XX.
Jugador inactivo, pero activo perpetuo del seleccionado argentino, Maradona urgió, por otro lado, al once de su país a apretar el paso y a jugar bien en el actual proceso rumbo al Mundial de Sudáfrica 2010, donde, aseguró, está teniendo un desempeño pésimo.
“No pueden estar jugando peor de lo que lo están haciendo ahora”, afirmó Maradona a pregunta de Notimex, medio al que también admitió su deseo de tomar algún día las riendas de la albiceleste.
Al respecto, mitad en broma, mitad en serio, dijo: “Si me llamaran ahorita, terminando el showball (el sábado 20) me voy para allá”.
Sobre el once celeste, abundó, no obstante, que lo que le ocurre actualmente no es culpa de su director técnico, Alfil “Coco” Basile, sino responsabilidad de los jugadores que conforman ese grupo, convocado precisamente por ese entrenador.
Por ello, los conminó a mejorar y a aprestar el paso, pues aunque aún les resta tiempo, tampoco es bastante y deben reiterar la jerarquía del futbol de ese país.
Al hablar de otra selección, la mexicana, Maradona reconoció la calidad de su actual estratega el sueco Sven Goran Eriksson, aunque dijo que en su opinión, Hugo Sánchez debió haber permanecido.
“Me hubiera quedado con Hugo y no habría probado otro técnico; creo que Eriksson seguramente conoce el futbol mexicano, pero no tanto como Hugo, quien no permaneció en el cargo seguramente por la falta de logros trazados”, presumió.
Y, como seguramente ocurre en todas las conferencias de prensa que ofrece, no faltó quien le preguntara sobre la “Mano de Dios”, aunque en este caso fue un niño al que respondió que se siente cometer una acción de ese tipo: “Es como robarle una cartera a alguien, pero si no te ve el árbitro, está bien”.
Y si no te ve el mundo, mejor, pero aquí quedó para la historia y después del final nada se puede cambiar; Peter Shilton (el portero inglés al que metió ese gol) dijo que yo no era honesto y que no me invitaría a su partido de despedida y yo me pregunto, quien quisiera ir?, comentó en clara apología a su “trampa” de aquel 22 de junio de 1986 en el estadio Azteca.
Se definió como un rebelde, al que desde niño le gustaba la pelota más que la escuela: “Soy un enamorado de la pelota, para mí no existen otros juguetes, todo era secundario a la pelota a la que, junto con el futbol siempre sentí dentro de mi corazón”, remató.
Cuando concluía su intervención un alud humano cayó sobre él en el presidium, donde amablemente y durante unos 15 minutos firmó autógrafos, camisas y hasta un spray del Boca Juniors, comprado por un fan en el estadio de la Bombonera en el mítico barrio porteño de “La Boca”.
Fotos a granel, besos, saludos y agradecimientos, hasta piropos, precedieron a su salida por la parte posterior del escenario del Hotel The Royal, cuyo lema: “Espera lo inesperado” se volvió realidad, por la desorganización, improvisación e inexperiencia de su personal en un evento de este tipo.
Sin embargo, la ineptitud del personal y ejecutivos del hotel no empañó el resultado del encuentro con el que Maradona se refrendó como un patrimonio no sólo de los argentinos, sino de todo aquel ser humano que sabe qué es el futbol.
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