Luego de los largos recesos, de las resoluciones aprobadas por unanimidad y la “tibieza” del XI Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), llegó el momento de mayor tensión el fin de semana: sentar las bases para posibles alianzas con el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Ni siquiera durante la inauguración del acto, donde se interpeló al presidente sustituyo del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, con gritos que pedían su renuncia, se vivió tal confrontación.
La sala que acogió a los perredistas con derecho a voto se encontraba en un octavo piso, con techos de metal y poca ventilación. Calor y movimiento dieron paso a la lectura del resolutivo: quitar candados para aliarse, según lo decidiera cada estado, con el PRI.
Fue en ese momento que Guadalupe Acosta Naranjo y Jesús Ortega entraron al recinto, compartieron mesa y serios, sin pronunciar palabra, observaron cómo las dos corrientes antagónicas del partido se enfrentaron en una guerra más de gritos e insultos que de argumentos e ideas.
Ni Andrés Manuel, ni Encinas, ni Ebrard. Una solitaria Dolores Padierna organizaba el “no pasará”, se multiplicaba y esperaba.
Carlos Navarrete de Nueva Izquierda (NI) tomó la palabra para defender la propuesta, “se trata de dotar a los estados de más autonomía, de sojuzgar al panismo más reaccionario” argüía el senador.
Alfredo Hernández Raigosa de Izquierda Unida (IU) replicó. Pidió un minuto de silencio por los perredistas muertos a manos de priístas, la mitad del auditorio guardó silencio y extendió el brazo izquierdo, la otra mitad preguntó: ¿Y Nuñez, y Camacho y Ebrard?, antiguos militantes y funcionarios del PRI. Luego la votación.
Un hombre mostró entonces un letrero: “Manlio, ya te cumplimos. Atte. Nueva Izquierda”.
Se designaron escrutadores entre los simpatizantes a favor y en contra; empujones, gritos, acusaciones de votos repetidos y al final el resultado.
Sin mayor discusión, ni violencia o acusaciones serias, algunos gritaron más en broma que en serio: “Esto es un chuchinero” la propuesta pasó.
La sonrisa de Ruth Zavaleta, ex presidenta de la Cámara de Diputados y militante de NI fue discreta, la ceja levantada de Dolores no tanto.
Al final, un Graco Ramírez visiblemente cansado, pero también satisfecho atisbó: “tenemos dirigentes muy importantes que fueron grandes priístas, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador fueron antes figuras relevantes en el PRI y hoy lo son en el PRD. Es ésta una realidad de nuestro proceso histórico”.
Acabada la discusión un grupo de muchachos continuaron gritando la consigna que más fuerte se oyó en toda la tarde y también la que perdió: “¡Ni un voto al PAN, ni un voto al PRI!”.
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