México, D.F.-
Cuauhtémoc Blanco está lejos de tener una vitrina llena de títulos en el futbol mexicano y el internacional. Tampoco tiene un físico envidiable, aunque el futbol, como dice el escritor Juan Villoro, “fue democrático con él y le permitió hacer goles hasta con la joroba”. Mucho menos lleva una vida intachable.
Pero Temo cumple con la más noble función de un futbolista: dar alegrías a la gente porque, como él mismo declaró, sabe “partírsela en la cancha”.
Y ahí radica la razón de su fortuna, pues eso lo lleva a estar más respaldado por el cariño de los aficionados que por los trofeos ganados.
Es ese hombre forjado en el barrio, el que se echa a los equipos al hombro, quien recibirá un homenaje este miércoles en el etadio Azteca, dentro de la despedida del Tri ante Israel previo al Mundial de Brasil 2014.
Nacido en cuna águila, el atacante carga con ese estigma de ser amado u odiado, aunque con la selección el sentimiento de la afición se inclina a lo primero.
Y es que es el único mexicano en anotar gol en tres diferentes mundiales. Dos anotaciones suyas calificaron a México a Corea Japón 2002. Otro tanto de Blanco rescató un empate por 2-2 ante Bélgica en Francia 98. Fue la figura en la Copa Confederaciones de 1999, en cuya final le hizo un gol a Brasil que significó la corona para el Tri.
PASIÓN CON AMOR SE PAGA
Pero hay un episodio con el que se ganó definitivamente el cariño de la gente. El 8 de octubre de 2000, Cuau sufrió una rotura de ligamento cruzado en la rodilla derecha tras una fuerte entrada del trinitario Ansil Elcock cuando se disponía a disparar en el área.
Era el minuto 76 y el partido ya iba 6-0 a favor de México, pero Blanco es apasionado, insaciable; ya había hecho dos tantos y quería otro. Lo consiguió desde el manchón penal, después de la expulsión de su rival. Las consecuencias de esa lesión provocaron que su carrera en España —jugaba para el Real Valladolid— no se consolidara. Y eso no lo olvida la afición.
PÍCARO Y REBELDE
El otro lado de Cuau es el de la picardía, las bromas, la rebeldía. El mujeriego adicto a meterse en líos.
En el Mundial de Francia 1998 sorprendió con su Cuauhtemiña, que consiste en retener el balón con ambos pies y dar un salto al frente entre dos rivales.
También protagonizó un altercado con el comentarista David Faitelson, a quien dio un puñetazo. Mandó a la silbante Virginia Tovar “a lavar trastes”, causó una invasión masiva en el Azteca tras un duelo ante Sao Caetano e hiló una serie de desencuentros con el técnico Ricardo La Volpe, misma que terminó con su exclusión del Mundial de 2006.
Así es Blanco, polémico pero entregado en la cancha. Un antihéroe del futbol.
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