Times de que el gobierno de México adquirió un sistema cibernético denominado Pegasus para espiar a periodistas, activistas sociales y supongo que a todo el que se le atraviese en el camino, honestamente no me pasmó, aún y cuando consideraba como práctica enterrada el espionaje, no tanto porque en el sexenio de Ernesto Zedillo (3 de julio de 1996) se adicionó al artículo 16 constitucional el considerar como inviolables las comunicaciones privadas, sino porque a partir de él, no me parece que a los gobernantes les preocupe lo que anden diciendo de ellos.
Y menos hoy en día en que con el twiter y el facebook cuál más cuál menos es prácticamente un libro abierto, y porque también habrá que decirlo, los gobernantes de Zedillo al actual aguantan vara, lo que no acontecía con sus antecesores.
Los gobernantes de antaño eran más secos y en consecuencia más formales, incluso pasados de rosca cuando se molestaban por una crítica en la que veían intentos desestabilizadores, por ello poseían eficientes investigadores como el legendario Fernando Gutiérrez Barrios, quien hizo de la Dirección Federal de Seguridad una corporación respetada y hasta temida.
Hoy esa dirección no existe y ocupó su lugar el Centro de Investigación y Seguridad Nacional pero ni por asomo con las facultades de facto que tenía la DFS, de ahí mi sorpresa por la noticia bomba de que el gobierno adquirió tecnología de punta para espiar, supongo que a los que considera le juegan a las contras, que por otra parte, si el precitado artículo 16 constitucional permite la intervención de cualquier comunicación privada, previa autorización de la autoridad judicial federal, de veras, ¿por qué tanto escándalo?
Lo que de pasada deja de manifiesto de qué tamaño es la incertidumbre de poder prorrogar el contrato de arrendamiento de Los Pinos, pues a leguas se ve que el software Pegasus fue comprado para verificar si los que juran lealtad es real o solo de dientes para fuera.
En síntesis: mucho ruido y pocas nueces.
Que tengan un buen día.