México, D.F. / 27 Sept.
Ha estado en el Consejo Tutelar para Menores y lo dice con orgullo porque en su barrio y en la escuela los chavos como él son respetados y hasta admirados.
Juan tiene 17 años y es repetidor de segundo grado en la Secundaria Técnica número 23, ubicada en la colonia Guerrero, donde buena parte de los estudiantes ha visitado hasta en tres ocasiones el Consejo Tutelar y va a los reclusorios a ver a sus familiares.
Con la ceja depilada y el pelo casi a rapa presume ante sus compañeros de clase haber estado “en el obrero mundial segundo dormitorio” un mes por robo.
“Apenas hice un alto”, señala al referirse al asalto de un automovilista en un semáforo, del que obtuvo un celular y una cadena de oro. Las risas con que sus compañeros festejan sus palabras le estimulan y dice que al terminar la secundaria irá a la preparatoria (o al Oriente, se mofan los jóvenes al referirse al reclusorio) pero sigue robando porque le gusta la adrenalina.
A la secundaria donde él estudia asisten 381 adolescentes; 45 de los cuales —más del 10%— son repetidores.
Pero aunque esto representa un problema para las autoridades educativas, la principal preocupación de la directora, María de Lourdes Cornejo Cruz, y los maestros es que la descomposición familiar y el abandono en que se encuentran los jóvenes los hacen presa fácil de la delincuencia.
Adicciones, rebeldía, falta de respeto a sus padres y profesores, poca comunicación, necesidad de afecto y de atención, carencia de valores como la solidaridad, el respeto y el trabajo, son algunas de las problemáticas de estas generaciones de estudiantes.
“Llegan acostumbrados al barrio, a querer ganar dinero y es difícil conscientizarlos; hablan de la muerte de un amigo que se hizo rico por vender piedra o activo, que andaba en su troca y quieren repetir el modelo” porque además creen que ya se la saben y por ser menores de edad saldrán en unos meses si son detenidos, expresa Alfonso Reyes, prefecto del plantel.
El paso de los estudiantes por el Consejo Tutelar se hace visible a través de su lenguaje y conducta.
Se han enfrentado verbalmente a los profesores y a la salida éstos revelan dejar el plantel con temor porque al cruzar la puerta los estudiantes ya están en sus calles, con su banda, la que distribuye drogas, asalta, usa la violencia y a la que admiran.
Éste es sólo el resultado de la soledad y desatención que enfrentan todos los días los adolescentes, quienes comen en la calle y ahí se desenvuelven mientras sus padres —si los tienen— trabajan, afirman la directora de la escuela y la encargada de Servicios Educativos, Eva López.
La queja de la mayoría de los profesores es que los niños son irrespetuosos, no trabajan, no llevan su material a clases ni usan bata, pero la política de la directora es lograr su permanencia a toda costa para evitar que se vayan a la calle.
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