México, D.F. / 28 Sept.
Y el cliente consentido provocó que Ramón Díaz por fin dejara a un lado la sobriedad que manifiesta desde su atuendo.
En cuanto Jorge Eduardo Gasso oficializó la victoria del América sobre el Cruz Azul (2-0), el Pelado protagonizó una interminable serie de abrazos con sus colaboradores y pupilos, incluso los que no vieron acción en el Clásico Joven.
Porque las Águilas encontraron en el momento más oportuno al rival que ya olvidó lo que es ganarles, a un oponente que nunca supo cómo reaccionar.
Eso explica la efusividad del estratega argentino. Justo cuando los azulcrema requerían la victoria para mantener vivas sus esperanzas dentro del “Grupo de la Muerte”, La Máquina definitivamente confirmó su pánico cuando la camiseta amarilla se le pone enfrente.
Una vez más, los Cementeros llegaron como favoritos al duelo frente a su acérrimo rival; una vez más, cometieron errores imperdonables; una vez más, abandonaron el terreno de juego con la mirada absorta, con el trauma de no poder superar a un equipo que se agiganta ante ellos, y abandonaron la cancha cabizbajos, con el enorme peso de la derrota a cuestas.
Y los 13 encuentros oficiales sin ganar (ocho derrotas y cinco empates) son el mejor ejemplo.
A final de cuentas, el América se ha vuelto un experto en manejar los miedos de un conjunto cuya afición vive el yugo más terrorífico de su historia.
El problema es que los locales no necesitaron de mucho para mantener la hegemonía. Corazón, aplicación y cierta dosis de contundencia, volvieron a ser los ingredientes de una fórmula que ha sido exitosa durante los más recientes cinco años.
Benjamín Galindo engrosó la lista de los técnicos azules que tendrán el “honor” de ser recordados por su incapacidad de exorcizar los fantasmas de un club que se presume grande, pero que —en los últimos años— se especializa en achicarse a la hora cero.
Es por eso que el Maestro reflejó intranquilidad desde el silbatazo inicial.
Bastó que el esférico comenzará a rodar, para que el entrenador de La Máquina iniciará su inquietante deambular por la zona técnica, una nerviosa imagen que fue detectada especialmente por el rival en turno.
Galindo tuvo cuatro días para preparar el “Clásico Joven”, pero jamás estuvo convencido de lo que planeó… Y Salvador Cabañas apenas tardó seis minutos en acrecentar sus dudas, en enfriar cualquier estrategia para ir en busca de la victoria.
El goleador americanista regresó por la puerta grande, como el temible depredador del área que empuja los sueños teñidos de amarillo y azul.
Es cierto, la incompetencia de la zaga rival para jugar al fuera de lugar le facilitó las cosas en sus dos anotaciones, pero el guaraní comprobó que nadie en el América tiene una efectividad similar a la suya, que es un especialista para motivar a sus compañeros.
Quizá por eso se llevó uno de los abrazos más sinceros del Pelado, quien cumplió con mantener la racha positiva frente al apanicado Cruz Azul.
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