El círculo más cercano al gobernador Jaime Rodríguez Calderón sabe bien que la marca independiente no goza de muy buena salud, pero que tampoco está agonizando o en terapia intensiva. Simplemente no pasa por su mejor momento en cuanto a buena condición para resistir una competencia de fondo, como la que ganó en 2015.
Que Andrés Manuel López Obrador encabece las preferencias electorales en la tercera ciudad más importante del país: Monterrey, como fue retratado en un reciente ejercicio de opinión pública de la encuesta de la empresa Hora Cero Encuestas, sólo confirma que “El Bronco” remará contracorriente en su carrera a Los Pinos.
El 11.2 por ciento de los regiomontanos que votarían por el gobernador de Nuevo León si hoy fueran las elecciones a presidente de la República tampoco es para ponerse a llorar, pero sí debe preocupar porque es la entidad que hace dos años hizo historia en México cuando rebasó el millón de votos.
Pero ¿qué ha dejado de hacer “El Bronco” y qué está haciendo AMLO para enamorar al electorado de Nuevo León? Porque el 29.8 por ciento de preferencias que el tabasqueño sacó en Monterrey en la encuesta, seguramente sería similar en el resto de la zona metropolitana.
Los operadores del todavía dirigente de MORENA -porque en pocas semanas será reemplazado por Ricardo Monreal Ávila- están copiando lo mismo que “El Bronco” hizo para convertirse en un fenómeno electoral en 2015: seduciendo y convenciendo a los capitanes de empresas de Nuevo León.
A las poderosas familias dueñas de FEMSA, ARCA CONTINENTAL, VITRO, VILLACERO, ALFA, CEMEX, BIMBO y BANORTE, entre otras, ha mandado mensajes de que ganando la elección de julio de 2018 respetará sus intereses. Vaya, seguirán siendo intocables. Y que sus empresas crecerán como nunca.
López Obrador, pero sobre todo Yeidckol Polevnsky, empresaria y secretaria general de MORENA, viaja frecuentemente a Monterrey sosteniendo reuniones en San Pedro Garza García con hijos y parientes cercanos de los grandes capitanes de don dinero, fuertes patrocinadores en tiempos de campañas.
Algunos de ellos se enamoraron de las propuestas de “El Bronco”, como el caso de FEMSA, para cambiar el rumbo de Nuevo León después de una administración tan cuestionada en temas de corrupción como la encabezada por Rodrigo Medina de la Cruz que desplomó al PRI sin red de protección.
Y como también en la política el amor acaba y cuando está cada vez más cerca la elección presidencial, los poderosos capitanes de la industria mexicana -casi siempre apoyando al PRI y al PAN-, están siendo seducidos por un casi candidato de la izquierda.
Los Canales, los Garza, los Clariond, los Garza, los González, los Barrera, los Elizondo, los Sada, los García, los Villarreal, los Zambrano y los Fernández, entre otros, son patrones de miles de empleados, son líderes sociales y en sus lujosas residencias son anfitriones de cenas con el presidente de la República en turno.
Aparte, las familias pudientes siempre quieren estar a la moda, o sea, subirse a la cresta de la ola. Por ejemplo: si Roberto Barceló Garza, de la familia dueña del Grupo Galería, apoya abiertamente a López Obrador y puede ser senador de MORENA en 2018, los otros no se quieren quedar atrás. Así pasó con “El Bronco” en 2015.
Sus fuertes aportaciones económicas han hecho ganar candidatos, pero también han causado debacles. Y eso pasó en 2006 cuando Vicente Fox Quesada aglutinó a algunos de ellos para patrocinar aquella feroz campaña de que AMLO era un peligro para México, comparándolo con el entonces dictador venezolano Hugo Chávez.
En la estrategia de Polevnsky en Nuevo León, repetida en otras entidades con poder económico como Jalisco -en el Estado de México ya no hay riesgos y como prueba están los resultados del año pasado-, está convencer a la clase empresarial de que López Obrador no es una copia de Nicolás Maduro.
Y Barceló Garza está ayudando a esa causa uniéndose a Alfonso Romo, uno de los hombres de mayor confianza de López Obrador que, de ganar las elecciones, tendría asegurado un puesto de secretario en el gabinete.
El gobernador de Nuevo León está en lo suyo: convenciendo a esa clase alta de que si bien en dos años Medina de la Cruz o su papá no son nuevos inquilinos del penal del Topo Chico -que fue una de las promesas de campaña que sedujeron al electorado-, su administración ha tenido logros importantes.
Pero los empresarios, como la mayoría de los electores que votaron por el candidato independiente, querían ver a los dos Medina en la cárcel y no se conformaron con las horas que pasó recluido el ex gobernador.
Mientras eso ha pasado en Nuevo León, en Tamaulipas el priista Eugenio Hernández Flores está preso y hasta pudiera ser extraditado a Estados Unidos, una acción que no estuvo entre las promesas de campaña del PAN.
A menos de ocho meses de las elecciones presidenciales todo puede pasar. Como sucedió en 2015 cuando la campaña de “El Bronco” supuestamente era una causa perdida.
Puede que Rodríguez Calderón no gane, pero puede hacer perder a AMLO con los votos de Nuevo León.
Y con ello se dará por ganador.