Los tiempos han cambiado y también la política en México. Los líderes en los que la población creía ya no son los mismos que en la época de la Independencia o de la Revolución Mexicana, inclusive de los sexenios anteriores no muy lejos del actual.
Los representantes del pueblo del ayer en México eran personas cercanas a las comunidades y tenían contacto directo con los habitantes; sabían sus necesidades y, si les era posible, tomaban cartas en el asunto en algunos casos, como lo fueron los curas en algunos pueblos, durante los inicios por la lucha por la Independencia.
En la época revolucionaria, por ejemplo, para lograr la presidencia de la República tenían que seguir una carrera militar, aunque fuera improvisada, ganado primero la confianza y simpatía de muchos de los líderes superiores que les abrirían las puertas a nuevas oportunidades para ascender en su trayectoria política.
Los personajes que trascendieron en la historia de México no eran actores de televisión, ni íconos de moda, ni populares en las redes sociales, que por cierto ni existían, como lo vemos hoy en día en un marcado cambio de paradigma en la aceptación de los miembros de la subcultura del entrenamiento que se filtran en la política del país, cada vez con mayor poder.
Televisa era y sigue siendo un nicho para emparejar a los presidentes o aspirantes a puestos populares con bellas actrices como Angélica Rivera, esposa del actual presidente Enrique Peña Nieto; o José López Portillo con Sasha Montenegro; o Anahí con el actual gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, entre los más destacados.
Quizá se deba a que por muchos años consumimos los contenidos del monopolio Televisa, que desde que llegó la señal abierta a México y el abaratamiento de los televisores, no había hogar que no sintonizara los programas que habrían de educar a la mayoría de la población.
La siembra dio su cosecha y hoy tenemos a la actriz, Carmen Salinas, quien ocupa un lugar en el Congreso de la Unión gracias al PRI; también Silvia Pinal fue senadora y diputada federal; además de Irma Serrano, hace algunos años fungió como senadora por Chiapas en la LVI legislatura.
Dicen que no hay que dejarles la política a los políticos y quizá tengan algo qué hacer por México. Puede ser que la interpretación de los personajes que han llevado a la pantalla grande y chica en la que se abordan problemáticas sociales, les mueva algo por dentro y tengan la convicción de poder lograrlo. No podemos juzgar por completo.
Tampoco estoy cuestionando lo bueno o malo que fueron durante sus gestiones, sino la manera en cómo lograron acceder a la postulación como candidatos a puestos de elección popular y de qué manera la población ha sido influída por un monopolio que masifica opiniones a su conveniencia.
También tenemos al actual presidente municipal de Cuernavaca, en el estado de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, futbolista retirado de la Selección Mexicana, que por cierto del deporte más comercial y que nos han metido a la fuerza gracias a sus transmisiones televisivas en vivo, en repeticiones, reseñas, cápsulas, entre otras ocurrencias para controlar el ocio de las masas.
Ahora, el partido político Encuentro Social tiene en la mira a un hombre casi santo para postularlo como candidato a la presidencia de la República a quien ha sido actor, modelo, productor y, por si fuera poco, es tamaulipeco. Estamos hablando de Eduardo Verastegui.
Hoy cuenta con 43 años de edad, quien desde hace un tiempo dejó todo lo mundano para dedicarse a dar mensajes religiosos en Hollywood, tanto para los que trabajan ahí como en sus producciones cinematográficas, como en el cortometraje Bella, que habla de la dignidad humana.
No podemos juzgar por completo lo que estos personajes puedan hacer por México, y tampoco podemos saber los resultados de sus gestiones si no se les da la oportunidad, como a los otros que cuentan con una trayectoria política, pues han demostrado que a pesar de tantos años algunos ni siquiera se saben los artículos de la Carta Magna.
Y no me digan que no tienen asesores que serían mejores funcionarios que ellos mismos.