Ciudad de México.-
Caminaron durante días aguantando el frío, la incomodidad y las penurias del camino. Llegan con sus maletas en las que cargan lo indispensable: cobijas, calcetines, una muda de ropa.
Podrá faltarles todo, menos sus imágenes de la Virgen de Guadalupe: algunas son estatuas, otras son cuadros adornados por ellos mismos, otros más la traen en toallas, en ayates, en sus playeras, colgando de un rosario o bordada en una gorra.
Lo importante después de todo este trayecto son unos cuantos segundos, los que pasan frente al ayate de san Juan Diego en la Basílica; para ellos ver a la Virgen de Guadalupe, aunque sea por unos instantes, vale la pena y justifica el cansancio y el esfuerzo físico de los días anteriores.
“Venimos fatigados pero estamos en sus puertas esperando a pasar. La devoción es lo que me anima a venir a visitar a nuestra virgencita morena”, contó Macario Lara Meléndez, de 34 años.
Para Miguel Ramírez Martínez, quien viene de San Francisco Tepeyalco en Tlaxcala, los tres días de caminata han representado cansancio y ampollas aunque se ríe cuando reconoce que es un mito que entre más ampollas presente un peregrino, más pecados viene expiando.
Para él, las ampollas son más que cansancio sino devoción:
“No es de eso, es la devoción que tenemos y el cansancio también. Yo empecé a peregrinar por la propia devoción. Yo les diría que necesitan vivir la experiencia, venimos con mucho gusto. Es algo indescriptible los días que pasa uno caminando porque ya estando aquí en este hogar de la virgen morena se le olvida a uno todo. Son unos segundos los que pasa uno enfrente del ayate pero se siente como una eternidad”, dijo.
Con nada más que dos cobijas y una muda de ropa limpia llegó a la Basílica de Guadalupe Emilio Aguirre Galicia, de 24 años, para agradecer lo que asegura fue un milagro de la virgen, quien ayudó a su madre a recuperarse de su enfermedad.
Originario de Puebla, caminó y durmió a la intemperie durante cuatro días, atravesó cerros y cruzó carretera. Llegó agotado pero contento en este su segundo año consecutivo como peregrino a la Basílica.
“El otro año me quiero venir caminando otra vez para cumplir mis tres años. Se siente bien venir caminando a visitar a la virgencita aquí a su casa, con fe y devoción, para pagar las promesas y las mandas qué le promete uno a la virgencita. Te sientes aliviado de tus pecados pero también cansado por el camino”, contó.
Este año viene con su devoción renovada puesto que su novia está embarazada; le va a pedir a la virgen que ayude a su novia y que su bebé nazca con bien. Esa es su manda para el próximo año.
“Cuando veníamos caminando en el monte sólo descansamos media hora para prender el fuego, porque sí se te congelan los huesos es demasiado frío el que hace. Uno nada más trae dos cobijitas porque también venir cargando es demasiado pesado”, contó.
“La verdad sí vale la pena para las personas que tienen fe sí lo vale. Vienes con fe y así vengas con ámpulas, llegas porque llegas”, compartió.