México, D.F.-
Eran las 17:30 horas del 19 de abril de 2005 cuando el humo blanco salió sobre el techo de la Capilla Sixtina, en Roma, indicio de que el Colegio Cardenalicio había elegido en el cónclave al sumo pontífice de la Iglesia católica. Poco después, las campanas de la Basílica de San Pedro confirmaron la elección, se trataba del cardenal alemán Joseph Ratzinger, mano derecha de Juan Pablo II y su sucesor.
“Soy un simple trabajador en la viña del Señor”, dijo Ratzinger ante miles de feligreses que se congregaron en la Plaza de San Pedro y tras un breve discurso impartió la bendición “Urbi et Orbi” a la ciudad de Roma y al mundo entero.
Tomó el nombre de Benedicto XVI del latín “Benedictus” que significa “bendecido” y en relación con el Papa Benedicto XV, que guió la Iglesia en un periodo complicado por la Primera Guerra Mundial.
A pesar de la tristeza y el dolor que causó el fallecimiento de Juan Pablo II, el mundo católico estaba feliz por el nuevo monarca, pero, con su carácter tímido y reservado ¿podría Benedicto XVI llenar el hueco que había dejado el “Papa viajero”? No sería fácil gobernar una Iglesia que había entregado su corazón por casi 27 años a Juan Pablo II, un hombre que visitó 129 países durante su gestión, se reunió con personajes como Mijaíl Gorbachov y Fidel Castro y, sobre todo, poseía un carisma arrollador.
La historia poco a poco se encargó de hacerlos coincidir. Ambos participaron en la Segunda Guerra Mundial, pero en bandos opuestos. Karol Wojtyla (nombre secular de Juan Pablo II) interrumpió sus estudios en 1939 ante la invasión de las tropas alemanas a Polonia, trabajó en canteras y fábricas de químicos, y con algunos amigos hizo teatro clandestino para presentar obras en contra de la ocupación nazi.
Por su parte, Joseph Ratzinger se vio obligado a ingresar a las juventudes hitlerianas como asistente de las tropas de artillería en 1945. Al finalizar la guerra, abandonó el Ejército alemán y tropas estadounidenses lo hicieron prisionero.
Durante el concilio Vaticano II –uno de los eventos históricos de mayor importancia durante el siglo XX- Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger colaboraron en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, pero en secciones distintas, de manera que no habían coincidido. El primer encuentro consciente entre ambos ocurrió durante el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I.
Tiempo después, cuando Wojtyla asumió el pontificado, llamó a Ratzinger para confiarle la dirección de la Congregación para la Doctrina de la Fe (órgano del Vaticano que promueve encuentros e inciativas para difundir la sólida doctrina y defender los puntos de la tradición cristiana que están en peligro).
Juntos afrontan la Teología de la Liberación
Durante su mandato en la congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger y el papa Juan Pablo II tuvieron que afrontar una nueva corriente teológica que nacía en América Latina: la Teología de la Liberación, la cual hacía un intento por interpretar la Escritura a través de la difícil situación de los pobres.
Se inició particularmente en Sudamérica, cuando el marxismo estaba haciendo grandes avances entre los pobres por su énfasis en la redistribución de la riqueza. Durante el pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la doctrina de Fe prohibió la enseñanza a teólogos católicos como el brasileño Leonardo Boff (uno de los máximos representantes de la Teología de la Liberación) y el suizo Hans Küng, destacado teólogo que con su libro “¿Infalible? Una pregunta” cuestionó el dogma de la infalibilidad en la Iglesia.
En 2005, Hans Küng sería recibido por Benedicto XVI en un encuentro que ambos catalogaron de cordial.
A pesar de que tuvieron puntos en común, diferencias entre ambos se hicieron evidentes al final del Papado de Benedicto XVI. Juan Pablo II se caracterizó por ser el jerarca de la Iglesia católica que más ha viajado, tanto que se le llamó el “atleta de Cristo”. Fue el primero en visitar México y Cuba, y en restablecer relaciones con países enemistados con la Iglesia, como Israel.
Desde su paso por la Congregación de la Doctrina de la Fe y el Colegio Cardenalicio, Benedicto XVI ejerció en el marco de la discreción y la reserva.
El Pontificado de Juan Pablo II no se enfrentó a la enemistad de los círculos internos, pero fue muy criticado por ser poco enérgico contra la polémica de abusos sexuales en todo el mundo. A diferencia de su antecesor, Benedicto XVI encabezó batallas contra la corrupción financiera y la pederastia.
Ante un deterioro de salud, el 11 de febrero de 2013 el Papa Benedicto XVI anunció su renuncia y el 28 de febrero se retiró y asumió el título de papa emérito, con el objetivo de dedicarse a una vida de oración.
Durante el cónclave 2013, los cardenales eligieron al argentino Jorge Mario Bergoglio como nuevo pontífice de la Iglesia Católica, quien se ha mostrado al mundo como Papa Francisco, el número 266 de la historia.
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