Roma, Ita.-
El Papa Francisco siguió hoy en silencio las 14 estaciones que recuerdan el camino de Jesús hacia el Calvario durante el rezo del Vía Crucis en el Coliseo romano y meditó sobre los sufrimientos de la humanidad.
Miles de personas se congregaron en una noche fría, frente al antiguo monumento. A las 21:10 horas locales (20:10 GMT), Jorge Mario Bergoglio llegó hasta el Monte Palatino, una explanada justo frente al anfiteatro.
Allí fue recibido por el alcalde de Roma, Ignazio Marino, y tras saludarlo se puso un sobretodo blanco.
Posteriormente, el Papa se trasladó bajo un mirador adornado con telas de color rojo. Pese a los gritos de emoción y los aplausos de la gente, el pontífice se veía concentrado.
Los sufrimientos del mundo fueron el tema de las meditaciones que se fueron leyendo en las estaciones y que fueron escritas por el arzobispo italiano de Campobasso-Boiano, Giancarlo Bregantini, quien le puso un subtítulo a cada una.
“Dios está irrevocablemente y sin medias tintas de parte de las víctimas”, señaló uno de los lectores durante la décima estación, en la que se evocó cuando Cristo fue despojado de sus vestiduras.
Se refería a las víctimas inocentes de todos los abusos, también los de naturaleza sexual, perpetrados por clérigos contra los menores de edad.
“En Jesús, inocente, despojado y torturado, reconocemos la dignidad violada de todos los inocentes, especialmente de los pequeños. Dios no impidió que su cuerpo despojado fuera expuesto en la cruz. Lo hizo para rescatar todo abuso injustamente cubierto”, agregó.
En la primera estación, el texto criticó los juicios superficiales de la gente, las insinuaciones y prejuicios que cierran el corazón y se convierten en cultura racista, de exclusión, con cartas anónimas y horribles calumnias.
“Si (somos) acusados, se salta inmediatamente a la primera página; si (somos) absueltos, se termina en la última”, apuntó refiriéndose a la prensa.
La reflexión de la segunda estación estuvo dedicada a los estragos de la crisis económica, con sus injusticias y sus “graves consecuencias”.
Se hizo referencia al peso de la precariedad, del desempleo, de los despidos, al dinero que gobierna en lugar de servir, la especulación financiera, el suicidio de empresarios, la corrupción y la usura.
Una “pesada cruz” sobre la espalda de los trabajadores que “Jesús carga sobre sus hombros”.
El texto correspondiente a la tercera estación llamó a no ser indiferentes con quien cae, con quien piden asilo, dignidad y patria, con los inmigrantes frágiles en busca de seguridad y esperanza.
La meditación de la cuarta estación se refirió al sufrimiento de las madres por sus hijos que se encuentran lejos, por los jóvenes condenados a muerte, asesinados o enviados a la guerra, especialmente por los niños soldados.
“En ellas escuchamos el lamento desgarrador de las madres por sus hijos moribundos a causa de tumores producidos por la quema de residuos tóxicos. ¡Qué lágrimas tan amargas! ¡Solidaridad en compartir la ruina de los hijos!”, clamó.
Los sufrimientos que fueron tema de las meditaciones también habrían sido experimentados por aquellos que cargaron la cruz en el Coliseo, cuyo nombres no fueron revelados pero que se trató de extranjeros, enfermos, mujeres, niños, presos, ancianos y religiosos.
En la séptima estación se habló sobre la opresión injusta, que desgasta la carne y los huesos. Los absurdos de la burocracia y la lentitud de la justicia. El hacinamiento como una doble pena y la tortura.
En la actava estación se instó a llorar “por esos hombres que descargan sobre las mujeres la violencia que llevan dentro. Lloremos por las mujeres esclavizadas por el miedo y la explotación. Pero no basta compungirse y sentir compasión. Jesús es más exigente”.
“Las mujeres deben ser amadas como un don inviolable para toda la humanidad. Para hacer crecer a nuestros hijos, en dignidad y esperanza”, agregó la reflexión.
Tomado de YouTube:
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