En 1996, siendo precandidato a la gubernatura de Nuevo León, José Natividad González Parás sostuvo una reunión con altos dirigentes políticos, entre ellos Raúl Caballero Escamilla y Eleazar Ruiz Cerda, dirigentes de las otroras poderosas CTM y CROC.
En el encuentro, el ex subsecretario de gobernación planteó la necesidad de desvincular su inminente campaña electoral del Partido Revolucionario Institucional: “Esta desprestigiado” y eso implicaría una derrota el 6 de julio de 1997.
Incluso, planteo la necesidad de no usar el logo y las siglas del tricolor en ningún momento ni lugar posible. Borrarlo pues de camisetas, banderolas, espectaculares, calcomanías, medios impresos y hasta en la televisión. Vaya, desaparecerlo en su totalidad. La sola mención del PRI sería ir contra los intereses del candidato a gobernador.
Pese al enojo de todos los sectores priistas, González Parás optó por implantar los llamados círculos ciudadanos, como su base social para fortalecerse electoralmente, desvinculándose así de los sectores obrero, campesino y popular, entre otros. Su desprecio al PRI lo llevó a no mencionarlo en ninguno de sus mensajes, discursos o entrevistas, únicamente mediante la fórmula de “el instituto político que represento”; “el partido que me postula”, y un largo etcétera de salidas eufemísticas.
Los priistas pretendieron imponer la fotografía de su candidato en la boleta electoral, en lugar de su logo (mucho antes de que Vicente Fox adoptara el mismo concepto en las elecciones presidenciales del 2000 con su silueta a caballo), pero no prosperó su idea por decisiones de la Comisión Estatal Electoral y por la oposición de otros partidos políticos.
Sobra decir que la derrota del abanderado priista ante el empresario Fernando Canales Clariond fue un descalabro no sólo para el tricolor a nivel estatal, sino a nivel nacional porque implicó una ola panista de triunfos electorales. Aunque después la vida y la política le dieron la oportunidad a Nati González Parás de ser gobernador seis años después.
En vísperas de los comicios del 1 de julio próximo, los priistas coaligados con el Panal y el Partido Verde saben que su abanderado José Antonio Meade, pese a su reiterado discurso de ser un ciudadano apartidista, está plenamente identificado con el PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto, a los cuales una inmensa mayoría culpa no sólo de los gasolinazos, sino de la inflación generalizada, el desempleo, la pobreza extrema de millones y la inseguridad galopante.
Su intención de querer nombrar a su alianza Meade Ciudadano por México, es uno de los muchos intentos en vano por crearle una imagen que no tiene: la de una persona común y corriente, un hijo del pueblo y de la cultura del esfuerzo que tiene como sueño el ser presidente del país para ayudar a la mayoría.
Así, de un solo plumazo y dar una vuelta a la página, el tricolor busca convencer a los mexicanos indecisos (más de la mitad de los potenciales electores) de que Meade es un ciudadano sensible con las causas populares, tolerante, con experiencia en el sector público y con un proyecto de gobierno diferente a los demás.
Al igual que sucedió con Natividad González Parás, el desmarque de José Antonio Meade busca revertir la pésima imagen que seis años de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha generado, sumado a la docena de ex gobernadores priistas acusados de corrupción y desvío de recursos públicos en cantidades millonarias.
Esa enorme lápida es harto difícil de ocultar.
Del 2010 a la fecha, al menos 11 gobernadores han sido señalados por actos de corrupción e investigados por la Procuraduría General de la República por desvío de recursos públicos y enriquecimiento ilícito.
Entre ellos, figuran los casos de Javier Duarte (Veracruz), Roberto Borge (Quintana Roo), Guillermo Padrés (Sonora), César Duarte (Chihuahua), Ángel Aguirre (Guerrero), Fausto Vallejo (Michoacán), Jorge Herrera Caldera (Durango), Miguel Alonso Reyes (Zacatecas), Rodrigo Medina (Nuevo León), Egidio Torre Cantú (Tamaulipas) y Rubén Moreira (Coahuila).
Pero desde antes fueron investigados por casos de enriquecimiento ilícito y vínculos con el crimen organizado otros prominentes priistas como Andrés Granier (Tabasco), Humberto Moreira (Coahuila), Juan Sabines (Chiapas), Emilio González (Jalisco), Fidel Herrera (Veracruz), Arturo Montiel (Estado de México), Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández (Tamaulipas), José Murat y Ulises Ruiz (Oaxaca).
Lamentablemente para Meade y su partido, la Historia pesa y mucho, aunque apuesten a que los mexicanos parecemos de memoria corta.
El 1 de julio se sabrá la verdad.