Aquella noche era su debut. Era el 16 de octubre de 2004.
Lionel tenía apenas 17 años y 14 días y era uno de los futbolistas más jóvenes en debutar en el balompié profesional de primer nivel.
Era contra el Albacete. Apenas y le quedaban tres minutos al tiempo reglamentario que ganaba el Barsa por 1-0.
Salió Samuel Eto’o y se fue un tanto cabizabajo o tal vez molesto, pero salió.
Ingresó Messi y apenas dos minutos después recibió un pase elevado, vio venir al arquero, y se la tiró por arriba, al tiempo que el asistente 2 levantaba su bandera indicando un fuera de juego inexistente. El primero en la historia de Messi era legítimo, pero no valió.
Se fue el tiempo reglamentario y corría el segundo minuto de la reposición, Messi disputa y gana una pelota, se apoya, pica y va al espacio donde recibe otro pase flotadito, y lo convierte –otra vez– en una calca de su primero.
Éste sí contó.
Ambos pases se los tiró Ronaldinho… un tipo generoso con la vida y el futbol. Se cercioró que el chamaco llegara por la puerta grande con un gol de crack que ya bocetaba para dónde iba.
Si no valió el primero, dijo: “No importa; ahí va otro”…. la magia inagotable de algunos elegidos da para hacer una fotocopia y dedicársela a un asistente distraído que intentó robarle la noche al pibe.
El gesto de Ronnie, de un grande, ayúdandole a escribir el primer párrafo de la primera página del primer capítulo de una historia brillante que aún continúa…
El festejo sobre los hombros de Ronaldinho fue el agradecimiento por ese doble detalle, esa magia que solo un siempre humilde Ronaldinho la podía ofrecer por duplicado.
Hasta siempre, crack…
Gracias por tu futbol, gracias por todo.