Cd. de México.-
Tras la liberación de Japón en 1945, Corea del Sur escaló poco a poco en materia educativa, por lo que salió del analfabetismo y ha llegado a ocupar el número uno del mundo. A diferencia de países como México, esa nación se reconstruyó a través de la educación después de la guerra social y económica que vivió.
En el caso de México, datos de la evaluación PISA que se aplicó en 2015, México permanecía en último lugar de 35 países de la OCDE. Ese año Corea se ubicó en el sitio número 11.
Corea del Sur es uno de los países con mayor oferta de centros de educación superior. Existen más de 200 universidades, entre públicas y privadas, y es uno de los lugares preferidos para estudiantes que quieren formarse en el extranjero debido a su impresionante cultura, su oferta educativa y el programa de becas para estudiantes internacionales.
El grado de alfabetización alcanza el 97% y en referencia al tipo de centros de enseñanza destaca la abundancia de centros privados frente a los públicos: el 75% frente al 35% públicos. Sus universidades están equipadas con tecnología de vanguardia, sus laboratorios de investigación son la envidia de otros países debido a la elevada inversión en educación.
Por otro lado, los procedimientos de admisión son rigurosos y cada universidad exige requisitos diferentes. Aun así no es difícil para un estudiante extranjero entrar en un centro de enseñanza de esa nación, a pesar de ello, posee un elevado porcentaje de estudiantes internacionales en sus aulas.
La educación en Corea del Sur se rige por un sistema estructurado en escuela elemental (con una duración de seis años), escuelas primarias (periodo de tres años), highschool o institutos (tres años), junior college (dos o tres años) y universidades (hasta cuatro años).
El periodo escolar comienza en el mes de marzo y concluye en el mes de febrero del año siguiente. Se estructura en dos semestres. El semestre de primavera de marzo a junio y el semestre de otoño de septiembre a febrero. Entre ambos periodos existen unas semanas de vacaciones que comprende desde la última semana de junio hasta finales de julio.
El periodo de admisión comienza en el mes de octubre y es necesario conocer los requisitos específicos que cada universidad exige a sus alumnos. Para ello lo más recomendable es visitar las páginas webs de las universidades y comenzar las gestiones académicas y burocráticas cuanto antes.
Los estudiantes extranjeros pueden estudiar en Corea del Sur ateniéndose a varias modalidades dependiendo del tiempo que quieran pasar en el país y del conocimiento del idioma. Entre los puntos que se destacan de ese país sobre el éxito de su sistema educativo está que la enseñanza es gratuita y obligatoria de los 7 a los 15 años; el Estado y los ciudadanos realizan una gran inversión en educación; las políticas educativas son a largo plazo, pero los currículos se actualizan; los alumnos reciben más de 10 horas de clase al día; el sistema fomenta la memorización, y deja de lado la creatividad y se apuesta por la tecnología en las aulas.
El caso de México
A finales de la década de los sesenta México contaba con 48 millones de habitantes. El 41% de ellos vivían en regiones rurales y en ese medio, de cada 100 niños que iniciaban la primaria, sólo nueve lograban concluirla.
De acuerdo a un estudio del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), estos datos mostraban que, a pesar del avance en la cobertura educativa, persistía el problema de la población no atendida. Ese problema social se localizaba, mantenía y crecía en regiones y grupos sociales específicos: los niños y jóvenes de comunidades dispersas y aisladas del medio rural e indígena.
En aquellos años, la prioridad de la educación pública era la universalización de la educación primaria, con base en la idea de que todos los niños tenían derecho a acceder a una educación uniforme en toda la extensión del territorio nacional. Pronto esta idea comenzó a cambiar, cuando la expansión de la cobertura se encontró con una serie de limitaciones que provenían de las dificultades de llevar la educación a la población más pobre, dispersa y aislada del país, y comenzó a tomarse conciencia que el modelo organizacional y curricular uniforme para todo el país tenía severas dificultades para escolarizar a ese segmento de la población.
En la mayoría de las escuelas unitarias e incompletas se concentraban las deficiencias del sistema educativo: escaso desarrollo de opciones pedagógicas y de materiales pertinentes para esos servicios, falta de profesores con manejo de estrategias didácticas adecuadas a las condiciones y necesidades educativas específicas, falta de arraigo e inasistencia de los maestros y, sobre todo, escaso interés de la comunidad por el servicio, al sentir que los niños eran más útiles en el trabajo productivo que en la escuela, propiciando su inasistencia, una alta reprobación y la deserción escolar.
En el medio rural, la existencia de niños y jóvenes que no concluían sus estudios de educación primaria, o que no asistía a la escuela, planteaba la necesidad de un modelo educativo flexible y adaptable, que despertara el interés y el compromiso de las comunidades, que atendiera grupos de alumnos de edades diversas, y que pudiese desarrollarse aún en poblados de muy reducidas dimensiones. Estas necesidades rebasaban al modelo de educación primaria que se había intentado generalizar en el territorio nacional.
A partir de 1982, bajo el impacto de la crisis económica, el sistema educativo mexicano se internó en un nuevo periodo con dos momentos claramente definidos: disminución progresiva de los ritmos de crecimiento y decremento absoluto en el número de estudiantes. Esta última fase constituye un fenómeno que no se había presentado en ningún otro momento de la historia escolar postrevolucionaria.
De 1950 a 1980 la población de 6 a 24 años creció notoriamente en términos absolutos y relativos, dentro de un proceso de rejuvenecimiento demográfico. En 1950 sumaba 11.7 millones, lo cual equivalía al 45.4% de la población total. En 1980, había 33.2 millones de niños y jóvenes, el 49.7% de la población nacional. En treinta años, la población en edad escolar creció 183.3%, mientras que la población total 159.2%. La tendencia de alto crecimiento del grupo de 6 a 24 años se modificó sensiblemente en los años ochenta al crecer a ritmos menores y disminuir su proporción en la población total.
Según los datos de PISA de 2015, los resultados de los estudiantes mexicanos representaban diferencias de entre 70 y 82 puntos con las calificaciones agrupadas en seis niveles que se alcanzan a nivel internacional, lo cual quiere decir que en todas las materias México tiene un rezago de 2.5 años en el aprovechamiento escolar de sus alumnos, según el estudio.
La proporción de estudiantes mexicanos que no lograron alcanzar el nivel dos en ciencias es 48%, la más alta entre los países de la OCDE; en lectura, 42% de los jóvenes no llegan a este nivel, y en matemáticas, 57% no alcanzan el nivel básico de competencias.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) destacó en septiembre del año pasado, los avances notables en educación preescolar, técnica y superior, al referirse al reporte anual Panorama de la Educación 2017 de la OCDE.
Subrayó que en el ciclo escolar 2016-2017, la cobertura en educación básica alcanzó ya 96.4%, nivel de atención que se considera universal. En educación media superior se brindó atención educativa a casi 5.5 millones de alumnos, con lo cual se logró una tasa de cobertura total de 82%. Tan solo en la modalidad escolarizada, en los últimos cuatro ciclos escolares la cobertura se incrementó 10.7 puntos porcentuales, pasando de 65.9% a 76.6%. Por su parte, en educación superior, entre el inicio de la presente administración y el ciclo 2016-2017, el incremento en la cobertura total fue 5.2 puntos porcentuales, de 32.1% a 37.3%.
El documento de la OCDE resalta que entre sus países miembros, México tiene una de las mayores proporciones de estudiantes que ingresan a la educación superior en áreas de estudio relacionadas con la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (en torno al 32%), 5 puntos porcentuales por arriba del promedio de la OCDE, situando a México entre los seis primeros países de la OCDE en este indicador.
Destaca que la Reforma Educativa ha promovido la educación técnica en nuestro país, ayudando a los jóvenes a capacitarse para el empleo mientras completan sus estudios. En 2015, el 15% de los jóvenes de 15 a 19 años de edad en México estaban matriculados en programas técnicos, representando más de un tercio de la matrícula total de educación media superior.