Oaxaca, Oax.-
Ataviada en un huipil de San Felipe Usila, una mujer de 93 años contempla los pasos de “Flor de piña”, coreografía que este 2018 cumple 60 años de existencia y que es un emblema de la Guelaguetza. Es Paulina Solís Ocampo, la maestra tuxtepecana a la que los gobiernos estatal y municipal encomendaron la creación de este baile emblemático en 1958.
Seis décadas después, la maestra no ha revelado, y parece que nunca lo hará, cuál fue la inspiración para crear los trazos del bailable que encantó a propios y extraños, y que año con año es ovacionado con lluvias de aplausos desde la primera vez que se presentó en la Rotonda de las Azucenas. Lo que sí comparte es que por aquella petición que le hizo el ayuntamiento de Tuxtepec no recibió ni pago ni agradecimiento.
Nueva identidad. Paulina Solís Ocampo nació en junio de 1925 en la ciudad más importante de la Cuenca del Papaloapan, que por su lejanía de la capital era más próxima a las prácticas culturales de Veracruz, entidad con la que colinda. Fue gracias a los pasos nacidos de la imaginación de la docente que Tuxtepec y la Cuenca figuraron en el folclor oaxaqueño.
Era mayo de 1958, sólo dos meses antes del encuentro de las delegaciones de la Guelaguetza en la capital, cuando la maestra recibió la misión de crear un bailable que exaltara las raíces indígenas de la Cuenca y se alejara de la identidad jarocha que, a decir del entonces gobernador, Alfonso Pérez Gasga, no era propia de Oaxaca. El único requisito fue que se ocupara la pieza musical del compositor Samuel Mondragón (1884-1962).
Paulina recuerda que lo primero en lo que pensó fue en el vestuario, pues debía dejar de lado la vestimenta común para dar gusto al gobernador.
Su propuesta fue rescatar los huipiles de las comunidades de la Cuenca.
Con esa idea reunió a 18 jóvenes de las diferentes comunidades donde vestían prendas que comparten la cultura mazateca y chinanteca, y eligió tres de cada sitio: San Felipe Usila, Valle Nacional, San Miguel Soyaltepec, San Felipe Jalapa de Díaz, San Lucas Ojitlán y San Pedro Ixcatlán.
Rosa de María Zárate, la hija de Paulina, explica que uno de los principales retos que enfrentó su madre fue que las muchachas de los municipios vecinos no podían llegar a los ensayos, pues además del tiempo y el costo, los caminos por aquellos años casi desaparecían con las lluvias.
Para “salir del apuro” buscó jóvenes de Tuxtepec, quienes provocaron gran admiración por su altura, su tez blanca y su desempeño, similar al de bailarinas profesionales. Sobre el origen de los pasos para dar vida al baile de casi 11 minutos, la maestra Paulina prefiere mantener el secreto.
Imaginación que baila. Paulina trabajó 50 años en la docencia, destacó por su participación en la fundación de primarias públicas y escuelas para adultos; así como por su labor en el ámbito cultural. Ha sido una fiel amante de presentaciones artísticas en Bellas Artes, adonde acudía para disfrutar de danzas internacionales.
Aunque insiste en que nadie le dio las gracias “y sólo se dieron por bien servidos”, agradece que el tiempo le haya devuelto el favor mediante múltiples reconocimientos que este año ha recibido de autoridades, tanto locales como nacionales.
Además, explica que en el año 2000 decidió registrar la famosa coreografía para tener los derechos sobre su obra. A sus 93 años la profesora dice que no piensa en su muerte ni en fatalidades, y sobre “Flor de piña” asegura que sólo desea que cada generación la interprete con amor y con orgullo de representar a la tierra cuenqueña.