Estamos viviendo los inicios de las “nueva maneras de hacer política”, ya que seremos nosotros (el pueblo) quien decida el rumbo de nuestro país. Todo esto está muy bien… suena muy bien. El problema es que durante los últimos 208 años de vida independiente no hemos (como pueblo) asumido en nuestras manos el rumbo de nada. Los políticos no nos lo permitieron en el pasado y, dato interesante, los políticos (nuevamente) ahora lo permiten, sí, pero no sé realmente a qué costo.
Ni todo lo hecho en el pasado estuvo mal, ni tampoco todo lo hecho en el pasado estuvo bien. Las hay (decisiones) que fueron muy acertadas y las hay que nos llevaron al abismo y al mediocridad que ahora padecemos.
Por otro lado, tampoco podemos asumir que todo lo que vendrá será bueno, pues la política (esta que viene y la que sea) está hecha por personas y pues es propio del ser humano errar. Pero eso sí… y hay que tenerlo bien claro… la peor decisión en política es la que no se toma, ante la pasividad no hay mucho que hacer. Ante una mala decisión lo que se puede hacer es corregir y aprender del error.
Definitivamente, las cosas van a cambiar. Para bien o para mal, pero van a cambiar. Las expectativas ante lo que viene son altas y alta, por lo tanto, deberá ser nuestra exigencias para que el resultado sea bueno, ya que no hay pretexto. El congreso (todo) está a favor de lo que nuestro flamante presidente electo diga, ordene o defina. La oposición no tiene la fuerza necesaria para, siquiera, poner algo de resistencia ante alguna decisión que asuman como arbitraria o contraria a los intereses de la nación. Los próximos tres (3) años serán decisivo para nuestro país en términos de política y economía interna (ya que primero hay que ver cómo nos va dentro de la casa, para comenzarnos a preocupar por lo que pueda suceder allá afuera): ¿qué importa el T-MEC, el AICM o la nueva refinería si en términos de desarrollo interno y equilibrio social (bienestar, le dicen ahora) estamos fritos?
Y, ¡ojo!, no estoy diciendo que el T-MEC es la panacea o que el AICM se debe hacer en tal o cual lugar, ni mucho menos que se haga o no la construcción de la nueva refinería o del Tren Maya o de los innumerable proyectos que trae en el portafolios la administración que está por venir… lo que digo es que debemos estar atentos (que no ciegos) a lo que comience a suceder y que debemos ser críticos (que no criticones) ante esto nuevo que llegará.
El patrioterrorismo al que se refiere el título de este artículo tiene como característica principal la de provocar, con alevosía y ventaja, el derrumbe de una nación en aras del bienestar de unos cuantos. Hagamos memoria, nos sucedió durante muchos años durante los pésimios sexenios priistas que padecimos (donde las inflaciones eran abrumadoras y la crisis social sólo se apaciguaba con pésimos comunicadores, pésimas estrategias educativas, muchas telenovelas y mucho futbol).
Este patrioterrorismo (amor enfermo hacia la patria que en vez de beneficiar perjudica – jode -) no es más que el síntoma de la desesperación del pueblo ante lo malo que fue el pasado y las esperanzas mal encausadas de un futuro prometedor (que quién sabe si vendrá), pero al que le apuesto de manera absoluta y sin crítica.
Insisto con la idea que he venido señalando. Este futuro gobierno tiene todo (absolutamente todo) para hacer las cosas bien. Que el país crezca que cada uno de los ciudadanos mejore su situación personal, familiar, laboral y social. Que México tenga el lugar que le corresponde (me oigo muy optimista). De lo que se trata, al principio, en medio y al final del camino, es que hagamos Patria, pues “La Patria es primero”.
Seguiremos atentos.