En el viejo y el nuevo México siempre ha existido el tráfico de influencias, que si bien no es un delito que lleve a la cárcel a un gobernante o servidor público, esa práctica sirve para tener la llave maestra de las bóvedas donde se guardan cientos, miles y millones de millones de pesos, dineros públicos pues.
Cuando el diputado Óscar Alejandro Flores Treviño tenía 19 años, es decir, hace 17, su padre quiso invertir y crear una empresa: La Voz de Nuevo León S.A. de C.V., obviamente para aprovechar su inmenso poder como dirigente de la Confederación de Trabajadores de México en Nuevo León.
Coincidencia o no, José Ismael Flores Cantú se presentó ante un notario público días antes de las elecciones para gobernador de 1997, cuando la derrota del PRI era inminente y el PAN pintaría su raya de las CTM y de todo lo que oliera a tricolor.
Fernando Canales Clariond ganó los comicios y vinieron seis años oscuros para la central obrera, que también había perdido municipios que por años eran su coto de poder.
En esa misma elección el Partido Acción Nacional obtuvo victorias en Monterrey y Guadalupe, reteniendo además San Pedro Garza García y San Nicolás de la zona metropolitana.
En la zona rural también los albiazules quitaron el poder la CTM ganando Montemorelos, Hidalgo, Bustamante, Anáhuac, China, Doctor Coss, Sabinas Hidalgo, Linares, General Terán y Ramones.
Con eso, la central obrera estaba moribunda, si no hasta muerta.
Con un Raúl Caballero Escamilla, entonces dirigente histórico de ese tentáculo del PRI, disminuido en su salud, Flores Cantú, apodado “El Mayelo”, se perfilaba para ser el sucesor natural. No había un remplazo en la familia Caballero para heredar la franquicia obrera.
Con ese futuro promisorio que olfateaba, el actual líder cetemista se adelantó cuatro años de la muerte del patriarca (marzo de 2001), y en 1997 quiso hacer una empresa redituable llevando como segundo de abordo a su hijo Oscar Alejandro, a quien puso en la lista de accionistas.
Los restantes tres socios que llevan el apellido Flores, suponiendo son parte de la familia, aparecen en el acta constitutiva que se hizo dos semanas antes de aquella histórica derrota del PRI por la gubernatura de Nuevo León: el 19 de junio de 1997 ante el notario público 88 de Monterrey.
Si bien no es un delito penal, aunque sí moral, en los últimos seis años el actual diputado del PRI e hijo del dirigente cetemista, que aparece como presidente del consejo de administración de La Voz de Nuevo León S.A. de C.V., ha tenido parte del erario a su disposición en tres municipios, sin descartar otros.
Por las bondades de las leyes de trasparencia en Nuevo León que obliga a los alcaldes a poner en una vitrina sus gastos y a sus proveedores -aunque hay funcionarios que se las pasan por el arco del triunfo-, fue posible conocer eso que pudiera ser la punta del iceberg.
Porque seguramente los más de 3 millones de pesos que recibió de 2008 a 2013 la compañía en los municipios de Pesquería, Guadalupe y Juárez, documentados por Hora Cero, parece ser una cifra mínima.
Basta recalcar que casi 11 años de administraciones, de 1997 a 2007, no existe rastro en los rubros de transparencia de los tres municipios consultados.
Peor aún, en administraciones como Pesquería y Zuazua, donde la CTM impuso a los actuales presidentes municipales, los sitios oficiales de internet están caídos y no hay información al alcance de los interesados.
Se pudo saber de la factura que en 2009 metió la empresa de los Flores, padre e hijo por casi 150 mil pesos en Pesquería, a través de la página del Congreso del Estado cuando aprobó, con sus observaciones, la cuenta pública.
Pero de otros beneficios que obtuvo La Voz de Nuevo León S.A. de C.V. en ese municipio cercano a la capital del Estado, no hay rastro alguno.
La película La Ley de Herodes, estrenada antes de las elecciones presidenciales del año 2000, evidenció que los gobernantes del PRI, hasta en los municipios pequeños, podrían hacer negocios ilícitos, amasar una fortuna y salir de pobres.
Con intenciones de ser candidato a alcalde de Escobedo en 2015, el cachorro de José Ismael Flores Cantú se defendió a medias cuando Hora Cero le cuestionó sobre los negocios de su empresa en varios municipios.
El diputado rechazó ser parte de la compañía, pero el acta constitutiva lo desmiente: es presidente del consejo de administración a la fecha, amén de ocupar el segundo lugar en la lista de accionistas, abajo de su padre.
Si bien la inversión en maquinaria de imprenta no genera para los socios Flores las ganancias soñadas cuando el PAN ha gobernado el Estado, Guadalupe y Monterrey, todo lo contrario sucede cuando el PRI es amo, señor y custodio de los millonarios presupuestos.
Pero las transas, la corrupción, el favoritismo y el tráfico de influencias no solamente es exclusivo del llamado nuevo PRI, cuyas siglas quiere enjabonar Enrique Peña Nieto.
En estos días se descubrió una nueva mugre durante los dos sexenios del PAN en la Presidencia, con el caso de la empresa Oceanografía, que tuvo las arcas abiertas de Pemex y es acusada de un fraude en contra Banamex.
Por eso, miles de mexicanos moriremos soñando en que un día los niveles de corrupción alcanzarán los mínimos como sucede en los países del norte de Europa.
Se vale, por qué no, que al cabo por soñar no se pagan impuestos.
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